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agregar líneas más adelante que “no sabemos dónde empieza el 
mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se 
corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de 
nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro”.

Frente a esa realidad vaciada de contenido, frente a la amenaza 
siempre vigente de la insignificancia, la universidad debe actuar 
en todo tiempo y en toda sociedad como el reducto y la fuente 
de la palabra con sentido. La discusión y la reflexión, el ateso-
ramiento y la transmisión del saber, la construcción de puentes 
entre la meditación detenida y la acción que avanza están en su 
naturaleza desde siempre y siendo fiel a esa naturaleza una uni-
versidad es, también, leal con las sociedades que las albergan.

Fidelidad al 

ethos y compromiso social

Como he señalado, la universidad vive un período de crisis y, al 
mismo tiempo, tiene que estar a la altura de los graves desafíos 
que le impone el momento actual. Lo que quiero sostener esta 
noche es, que para que ella salga fortalecida de esa crisis y siga 
siendo verdaderamente beneficiosa para la sociedad, la institu-
ción universitaria debe permanecer fiel a ese 

ethos que me he 

detenido a describir.

Ello significa que la universidad no debe ser concebida única-
mente como factoría de conocimientos aplicables y de profe-
sionales exitosos. Es su deber formar profesionales, es cierto, 
y de sus claustros surgen una y otra vez conocimientos huma-
nísticos, sociales, científicos y tecnológicos que se proyectan di-
rectamente sobre nuestra comunidad. Pero, en rigor, todo ello