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efecto, llega a serlo no cuando logra interpretar el mundo bajo 
una fórmula científica, sino cuando convierte ese conocimiento 
en un modelo para ofrecer sentido a la experiencia humana. 
Es cuando se llega a esta comprensión del mundo que el co-
nocimiento logrado en aulas, bibliotecas o laboratorios alcanza 
rectamente la condición de profecía, es decir, de visión sobre el 
ser y también, fundamentalmente, sobre el deber ser, ya no solo 
sobre el presente, sino además sobre el futuro.

La universidad como comunidad del conocimiento y re-
cinto de la palabra

Ahora bien, otro modo de acercarnos al 

ethos universitario que 

vengo describiendo podría expresarse en esta afirmación en 
apariencia inocua, pero cargada de implicancias importantes: la 
universidad es una comunidad de conocimiento, es decir, una 
comunidad en la que se vive en, por y para el conocimiento. 
Pienso que es prudente atender detenidamente a los dos térmi-
nos involucrados en esta definición.

Al ser comunidad, la universidad se halla, por definición, inscri-
ta dentro de la sociedad humana. Es comunidad en dos senti-
dos: hacia adentro, está constituida por un conjunto de perso-
nas unidas por diversas afinidades. Entre ellas, hay que resaltar 
la pasión teórica, aquella que para los griegos antiguos consistía, 
en su recto sentido, en la mirada contemplativa y desinteresada 
y que por lo mismo es entendida, hoy, como la inclinación a 
considerar los hechos, fenómenos y procesos del mundo físico 
y humano por encima de sus contingencias más menudas, con