12
Se puede decir entonces que el ser de la universidad se ampara
en una doble garantía: por un lado existirá el espíritu de la uni-
versidad, allí donde subsista la vocación de contemporaneidad
frente a todo lo humano; por otro, existirá la universidad allí
donde el saber se ofrezca como una fuente de comprensión de
la vida misma. En el examen de su
Rusticatio Mexicana, puede
observarse la ambiciosa vocación totalizadora que legó a sus
seguidores el gran jesuita y erudito Rafael Landívar. La mirada
a los campos de México la alcanza, en efecto, desde una minu-
ciosa visión ilustrada y humanista en la que la peculiaridad de la
tierra mexica es auscultada bajo la luz que nos ofrecen todos los
tiempos y todos los espacios. Ahí vemos plasmada la vocación
universitaria, en este sentido auténticamente universal y com-
prometido que define al hombre de saber.
Así pues, habiendo señalado los ejes sobre los que se sostiene
el ser de la universidad, se hace visible la continuidad entre el
saber y la vida moral. Todo conocimiento, en efecto, al consti-
tuir un acercamiento al ser, constituye también la toma de con-
ciencia de lo que podrá y debería ser y, por tanto, entraña una
actitud o una disposición ante los demás y ante las cosas.
No es concebible que conozcamos la realidad de una porción
del mundo y a la vez reclamemos neutralidad ante los dilemas
o consecuencias morales con los que aquella realidad nos inter-
pela. Por ello, la sabiduría a la que aspira el hombre o la mujer
dedicados al conocimiento no consiste únicamente en que sepa
cómo son las cosas; exige, además, que entienda las responsa-
bilidades morales que dicho conocimiento impone. El sabio, en