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cual sirve y en la cual encuentra finalmente su sentido. Deseo
detenerme brevemente en este punto, pues atañe estrechamen-
te a un tema central para la universidad latinoamericana y, desde
luego, para la Universidad Rafael Landívar en esta ocasión en
que alcanza medio siglo de vida, me refiero a la contribución
que le corresponde, en cuanto formadora de ciudadanos, para
la consolidación de la democracia en Guatemala y en nuestros
países en general.
En efecto, la universidad no cumple su misión encerrada en sí
misma sino que debe irradiar su luz de saberes sobre la comu-
nidad que la acoge. Bien mirada, esta dimensión de su
ethos no
contradice la anterior condición. Porque si la universidad es un
“templo del saber”, ello significa que aquello que preserva y
produce desde su peculiaridad y su autonomía sirve de nutrien-
te espiritual, moral y material a las gentes. Por ello, la
universitas,
a la vez que se anima a observar con audacia la totalidad de lo
humano, también echa sus raíces en el
hic et nunc de los dramas
diarios de su entorno. Una comunidad universitaria que le diera
las espaldas al país o la región a la que sirve sería una que ha
perdido toda vocación de ser guía e inspiración en las aventuras
y desventuras del presente. La búsqueda de una mirada trascen-
dente, meditada, basada en una consciencia lo más completa
del tiempo y de lo humano cobra su real dimensión en las luces
que ofrece ante los dilemas acuciantes del día a día. No puede
ser un buen universitario aquel que no logre transformar su
conocimiento en una actitud sólidamente moral ante las cosas.