Segunda época, año 11, número 11 - 2017 / UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
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sirvientes y sirvientas
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. En aquellos tiempos también era costumbre que si el trabajo
no agradaba a la patrona o al patrón, estos estaban revestidos de toda autoridad para
castigar, pues no había regulación que lo impidiera. Los patronos reinaban en sus
casas. Por eso, trabajadoras como doña Jovita, evitaban recibir maltratos haciendo
un buen trabajo.
La bondad que Jova miraba en doña Julia y su esposo, no era suficiente para que sus
condiciones como sirvienta fueran muy diferentes a las de la mayoría de mujeres
que trabajan en las casas. La higienización diaria que empezaba en la madrugada
se debía a la repulsión que se siente por la «suciedad» de los sirvientes, más aún si
son indígenas. En la casa, Jova y María vivían segregadas, usaban jabones exclusivos
para ellas, colgaban su ropa en un lugar diferente, comían en la cocina en la mesa
en que se hacían los picados y dormían en la terraza. ¿Cómo retribuían doña Julia
y don Víctor la inmensa responsabilidad con que Jova y seguramente también
María, realizaban su trabajo? Había claramente un intercambio desigual que solo
puede entenderse si se problematiza el orden colonial que para funcionar fabricó
«razas de sirvientes» y «razas de patrones». El modo de dominación colonial precisó
de organizar y acomodar los cuerpos utilizando criterios de sexo, raza y posición
social, para asignarles funciones de privilegios o de servidumbre. De esta manera,
los empleadores de Jova y María, vivían acostumbrados a ser servidos, sin que la
vida de quienes les servían fuera una preocupación para ellos. La primera vez que
Jova fue a ver a su abuela fue a los ocho meses. Le dieron dos días de permiso
incluyendo el viaje a San Antonio Sacatepéquez, San Marcos. No estuvo ni un día
con su abuela. Hizo otra visita cuando cumplió 18 años y debía tramitar su cédula
de vecindad. Vio a sus compañeras de escuela trabajando como maestras y lloró
al recordar que ella no pudo serlo. Así, sus visitas se fueron distanciando. Un día,
María, la cocinera, fue despedida, más tarde Jova se enteró que su retiro se debió a
que estaba embarazada. La profesora hizo lo mismo que Ubico en aquellos tiempos,
quien despedía a maestras embarazadas. Jovita asumió como cocinera y contrataron
a Teresa, otra joven indígena para lavar y planchar.
Es el último año en que Jovita está en casa de la familia Morales, y le confían las
llaves y llega a ganar Q7.00 al mes. Es 1946 y tiene 22 años. Su trabajo otorga gran
comodidad a la familia Morales porque aparte de cocinar, administra la casa con
6 Hablo de sirvientes y no solo de sirvientas, pues a la par de las mujeres indígenas los hombres fueron
producidos y tratados como sirvientes. En los mismos años en que Jovita estuvo en la capital, mi abuelo
Buena Ventura Simón junto a otros familiares varones, hacían y entregaban carbón y comestibles en las
casas capitalinas. En sus relatos sobre los tratos que recibía se puede percibir que eran vistos y tratados
como sirvientes, como era costumbre tratar a las mujeres y hombres indígenas.