También es diferente hoy el desarrollo de regímenes
regulatorios transfronterizos, y la participación de los Estados
nacionales en la producción de los instrumentos legales y técnicos
necesarios, para la inserción en el sistema económico global.
El crecimiento de las transacciones altamente especializadas
que conectan a las ciudades, está generando una diversidad en los
tipos de redes interurbanas. Aquí podemos incluir, entre otras, las
redes globales de fi liales de empresas; la particular arquitectura
de conectividad que emerge de los intereses de aquellos actores
que tienen el poder de promover su desarrollo; la formación de
jerarquías regionales transfronterizas facilitada por las zonas de
libre comercio y los corredores internacionales de crecimiento; y
la integración de un número creciente de centros fi nancieros al
mercado global de capitales.
La integración a estas redes de transacciones altamente
especializadas ha requerido a menudo masivas transformaciones
en partes cada vez mayores de estas ciudades, así como importantes
cambios políticos por parte de los Estados involucrados. El desarrollo
de las funciones de la ciudad global está ligado al desarrollo de una
infraestructura física y política, lo que redunda en un nuevo orden
político, económico y espacial en tales ciudades, al mismo tiempo
que dinámicas de origen más antiguo también siguen vigentes.
La profundidad de estas transformaciones puede en parte
subsumirse bajo el síndrome de la “mega-ciudad”, y de las
correspondientes dinámicas sociales, económicas y espaciales que
caracterizan las grandes ciudades.
La nueva espacialidad urbana producida al transformarse las
ciudades en lugares de transacciones transfronterizas es, por lo
tanto, parcial en un doble sentido: da cuenta solamente de parte
de lo que sucede en las ciudades y de lo que estas son; y habita
solamente parte de lo que podríamos considerar como el espacio
de la ciudad.
JUAN JOSÉ MORALES RUIZ
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