relación entre mercados domésticos e internacionales, el empleo
de tecnología productiva y la creación o uso de instituciones
locales para equilibrar la cooperación y la competencia, y para
sufragar los gastos de la innovación. El surgimiento de regiones
que puedan escapar del estancamiento de la producción en serie, o
dicho de otra forma, la incorporación de la nueva ola de creación
de riqueza, implica de acuerdo con estos autores la adopción de la
especialización fl exible.
Estos autores recalcan que la especialización fl exible se basa en
la innovación, y tiene una dimensión territorial. Y adicionalmente
que la misma requiere la reconciliación entre la competencia y
la coordinación, operando en marcos territorializados. Es decir,
conglomerados regionales de pequeñas empresas más o menos
iguales, cooperadoras y competitivas al mismo tiempo. Se recalca
la importancia de las instituciones comunitarias para asumir las
tareas que en la producción en serie podía asumir la gran empresa,
tales como la organización de la investigación, la contratación
laboral, el suministro de materiales y el acceso al crédito. Es decir,
que la “regulación de la economía fl exible” requiere de una fuerte
dimensión comunitaria.
El “desarrollo regional” de Hirst y Zeitlin, citados por
Letamendia,
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toma de base la tesis de la “especialización fl exible”
de Piore y Sabel, e indican que este desarrollo demanda de una
cooperación que no se encuentra presente en los países dominados
por políticas neoliberales, empresas jerárquicas, y por concepciones
antagónicas entre trabajo y capital, de forma que las relaciones
sociales vayan más allá del mercado y se alcancen desarrollos de
formas corporativas de intermediación de intereses entre los
actores sociales.
La especialización fl exible se armoniza con el desarrollo de
las regiones, se enfatiza la necesidad de construir la autonomía
regional, y en promocionar la cooperación entre la industria, las
organizaciones laborales y los organismos públicos regionales.
29 Idem.
JUAN JOSÉ MORALES RUIZ
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