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M.A. MARIA LIZ MOLINA BARRIOS

La tercera institución está constituida por el Senado, el cual era un 
cuerpo consultivo del rey.

Esta forma de organización originó que las fuentes del derecho 

romano en esta época se redujeran a la costumbre de los antepasados 
mores maiorum y una colección de leyes reales llamadas ius civile 
Papirianum
, las cuales cayeron en desuso después de la caída de la 
monarquía.

B. República 

Debido a la violencia utilizada por el rey Tarquino el Soberbio 

para mantener el control sobre Roma, el Senado decidió expulsarlo 
en el año 510 a.C. y se creó un Senado permanente, el cual decidió 
abolir la monarquía, convirtiendo a Roma en una república.

El período de la República comprende desde el año 510 al 27 

a.C., durante el cual persiste una gran pugna entre patricios y ple-
beyos. En consecuencia, los plebeyos obtienen el derecho a ser re-
presentados por dos magistrados especiales, los tribunos de la plebe
quienes tenían facultades para convocar a la asamblea de la plebe.

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En este período el poder público se integraba, en primer lugar, 

por el Senado, cuerpo consultor con mayor poder de decisión. En 
segundo lugar, se encontraban los comicios, conformados por los 
comicios curiados, los cuales eventualmente pierden importancia e 
intervienen únicamente en determinados actos religiosos y de dere-
cho privado y por los comicios por tribus, considerando la división 
administrativa que surge durante la República, agrupando a los 
ciudadanos atendiendo al domicilio, quedando el pueblo romano 
dividido en cuatro tribus urbanas y treinta y una rústicas. En tercer 
lugar, el poder público se integraba por los magistrados o cónsules
quienes eran jefes civiles y militares del Estado, elegidos por los 
comicios, por un año.

En este período, se mantiene como fuente del derecho la cos-

tumbre y adicionalmente se constituye la ley, conformada por dispo-
siciones dictadas por el pueblo reunido en comicios por curias o por 
centurias, siendo entonces denominadas leyes curiadas y centuriadas. La 

Ibidem, p. 35.