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MGTR. RONEL EMILIO ESTRADA ARRIAZA
países mantienen un nivel medio de igualdad mujer-hombre; sin
embargo, otros –como Guatemala, por ejemplo– mantienen niveles
de menor igualdad, similares a muchos de los países africanos.
En cuanto a Guatemala, según el informe que hemos menciona-
do, se encontraba al 2013 en el puesto 114 de 133 países estudiados.
La brecha de género en América Latina y el Caribe se ha cerrado en un
70 por ciento en el 2013, porcentaje superior al de cualquier otra región,
según The Global Gender Gap Report 2013; sin embargo Guatemala ocupa
el puesto 114
5
.
Este caso evidencia que Guatemala ha quedado al rezago del
desarrollo de otros países, incluso centroamericanos como Nicaragua
que, siendo país centroamericano, es uno de los pocos de Latinoa-
mérica que se encuentra entre las primeras diez naciones con mayor
igualdad mujer-hombre.
Es evidente que en Guatemala aún persiste una estructura que
promueve la desigualdad y ello, claro está, limita el acceso de las
mujeres –especialmente indígenas y del área rural– a los aspectos
básicos del desarrollo, es decir, el acceso a la salud, la educación, las
fuentes de trabajo e igualdad en el ingreso salarial, así como el ac-
ceso a la participación social y política. Estos siguen siendo factores
que no se han igualado entre mujeres y hombres. Sin embargo, no
se puede negar que ha existido un avance y una mayor apertura en
la producción intelectual de la sociedad guatemalteca; han surgido
nuevas formas de pensamiento en relación a la mujer y con ello las
mujeres han logrado importantes espacios que en otras épocas sola-
mente estaban reservados para los hombres.
Está claro que la Guatemala de mediados del siglo pasado, es
decir, de los años 50, 60, 70, y 80, no es la misma de hoy en día en
pleno siglo XXI. Los espacios poco a poco se han abierto, no de la
manera que se quiere pero al menos hay mayor apertura, aunque
hay que ser muy realistas para comprender que en las áreas rurales
la historia es muy diferente puesto que la marginación sigue siendo
letal con las mujeres, no digamos de la marginación de la mujer indí-
gena, que es rechazada no solo por su condición de mujer rural, sino
5
Ibídem, p. 27.