106

Instituto de Investigación y Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Sociales (IIJ)

Ramírez versus Guatemala, sentencia de veinte de junio de dos mil cinco, en los párrafos 97 

y 98, en los que se señala: «El artículo 2 de la Convención señala el deber que tienen los 
Estados Parte en la Convención de adecuar su legislación interna a las obligaciones 
derivadas de la Convención. En ese sentido, la Corte ha señalado que: [si]… los Estados 
tienen, de acuerdo con el artículo 2 de la Convención Americana, la obligación positiva de 
adoptar las medidas legislativas que fueren necesarias para garantizar el ejercicio de los 
derechos reconocidos por la Convención, con mayor razón están en la obligación de no 
expedir leyes que desconozcan esos derechos u obstaculicen su ejercicio, y la de suprimir 
o modificar las que tengan estos últimos alcances. De lo contrario, incurren en violación 
del artículo 2 de la Convención.» (92 Cfr. Caso Caesar, supra nota e, párr. 91; y Caso 
Hilaire, Constantine y Benjamin y otros, supra nota 86, párr. 113.) Por todo lo anterior, la 
Corte considera que el Estado ha violado el artículo 9 de la Convención, en relación con 
el artículo 2 de la misma, por haber mantenido vigente la parte del artículo 132 del Código 
Penal que se refiere a la peligrosidad del agente, una vez ratificada la Convención por parte 
de Guatemala.». Deviene 

obligatorio para el Estado de Guatemala, tanto el adecuar su legislación 

interna a las obligaciones derivadas de la Convención, ya sea adoptando las medidas legislativas 

que fueren necesarias para garantizar el ejercicio de los derechos reconocidos en dicho 
instrumento internacional o no expidiendo leyes que desconozcan esos derechos o los 
obstaculicen en su ejercicio y que el haber mantenido vigente la parte del artículo 132 del 
Código Penal que se refiere a la peligrosidad del agente, no obstante haberse ratificado la 
Convención Americana sobre Derechos Humanos, por parte de Guatemala, era violatorio 
del artículo 9 de esa Convención con relación con el artículo 2 de la misma. Se trae a 
colación lo anterior, porque la presente acción de inconstitucionalidad, precisamente se 
sustenta en que los artículos 131, en el párrafo: «Se le impondrá pena de muerte, en lugar 
del máximo de prisión, si por las circunstancias del hecho, la manera de realizarlo y los 
móviles determinantes, se revelare una mayor y particular peligrosidad en el agente»; 132 
Bis, en la frase y literal: «Se impondrá la pena de muerte en lugar de máximo de prisión, en 
cualesquiera de los siguientes casos: a) … b) Cuando por circunstancia del hecho o de la 
ocasión, la manera de realizarlo y los móviles determinantes, se revelare una mayor 
peligrosidad del agente.»; y 383, en el párrafo: «… En caso de muerte del Presidente de la 
República o del Vicepresidente, si las circunstancias del hecho, los medios empleados para 
realizarlo y los móviles determinantes, se revelare mayor y particular peligrosidad del 
responsable, se impondrá la pena de muerte.», todos del Código Penal, Decreto 17-73 del 
Congreso de la República, tienen como aspecto en común, para la aplicación de la pena de 
muerte, la peligrosidad, la cual como se indicara, es un concepto que resulta absolutamente 
inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos, al ser incompatible con el 
principio de legalidad y, por ende, contrario a lo establecido en el artículo 17 de la 
Constitución Política de la República de Guatemala, 9 de la Convención Americana sobre 
Derechos Humanos, ya que su mero mantenimiento constituye una violación al artículo 2