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La pena de muerte en Guatemala: un análisis íntegro y armónico conforme el derecho interno e internacional

resultado de la dinámica evolutiva del derecho penal, resurgió el concepto de culpabilidad, 
instituyéndose este como el elemento subjetivo del delito y, por ende, el fundamento y 
límite de la pena a imponer. Así, la conducta antijurídica se consideró como la pieza 
rectora de la culpabilidad, por lo que únicamente podía reprocharse la conducta que 
encuadrara en el tipo previsto con anterioridad en la ley, eliminándose así los resabios la 
corriente positivista; en ese orden de ideas, 

las circunstancias personales del delincuente y las 

razones endógenas dejan de ser objeto de punición y trascienden de la disciplina estrictamente penal.» En 

ese planteamiento se cuestionaba la constitucionalidad del artículo 132 del Código Penal, 
concretamente, las frases: «sin embargo se le aplicará la pena de muerte en lugar del 
máximo de prisión, si por las circunstancias del hecho y de la ocasión, la manera de 
realizarlo y los móviles determinantes, se revelare una mayor particular peligrosidad del 
agente», determinando esta Corte en lo que interesa al actual planteamiento, la 

vulneración 

del artículo 17 constitucional, por cuanto que el término peligrosidad contenido en las frases impugnadas 

como elemento decisivo para la imposición de una pena, resultaba lesivo al principio de legalidad, debido 

a que esta constituye: «… una característica endógena cuya naturaleza eventual inherente 
impide determinar con precisión cuál es el bien jurídico tutelado que podría ser lesionado, 
la sanción que se imponga estaría vinculada a una conducta hipotética, la que de acuerdo 
con el postulado constitucional citado, no sería punible. Mayor gravedad entraña el que 
una circunstancia psicobiológica sea relevante para imponer una sanción de la magnitud 
de la pena de muerte, lo que reflejaría únicamente un serio retroceso en la humanización 
del sistema represivo de antaño, cuyas rigurosas teorías retributivas veían la pena capital 
como solución absoluta a la problemática delincuencial, criterio que resulta 
desproporcionado e inaceptable dentro del modelo garantista actual de los derechos 
fundamentales.», concluyendo este Tribunal, que la frase impugnada preveía la imposición 
de la pena de muerte con base en las circunstancias personales del imputado y no por el 
hecho punible concreto por el que se le encontraba responsable, lo cual constituía un 

resabio de la escuela positivista que debía ser superado. Además, en dicha sentencia, esta Corte refirió 

que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la elaboración de los tipos penales 

supone una clara definición de la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla 

de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no penales, 
previa verificación de la efectiva existencia de la conducta típica, de tal forma que no se 
incurra en la penalización de actos no punibles en el ordenamiento jurídico. Y que 

la 

valoración de la peligrosidad del agente por parte del juzgador, era un retorno al pasado, que resultaba 

absolutamente inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos, al imponer una sanción no con 

base en lo hecho por el infractor, sino en la persona que era. Por lo que se declaró la inconstitucionalidad 

de dicha frase y su expulsión del ordenamiento jurídico, por vulnerar el artículo 17 
constitucional. A lo anteriormente aludido por este Tribunal en la sentencia de once de 
febrero de dos mil dieciséis, dictada en el expediente 1097-2015, cabe agregar que 
conforme lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el 

caso Fermín