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Instituto de Investigación y Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Sociales (IIJ)

Síntesis. Es verdadera la historia del derecho interno consistente en que solo en dos períodos históricos 

no estaba regulada la pena de muerte en las leyes del país; pero también es verdadero que Guatemala 

asumió, a nivel internacional, obligaciones abolicionistas sobre dicha sanción con la aprobación y 

ratificación de la CADH y del PIDCP. La razón de que ambos enunciados son ciertos es porque se 

refieren a distintos momentos, de allí que no se incurre en contradicción. 

Lo falso y lo malo es pretender adscribir esa trayectoria y peso histórico a nivel interno de Guatemala, 

a favor de la pena de muerte, que se pretenda interpretar la actual Ley Fundamental como si fuese un 

reflejo de las teorías que le favorecen, y que ese espíritu se impregne en toda la producción legislativa 

tendiente a extender su aplicación a ilícitos que antes no eran castigados con la pena capital. Tan nociva 

ha sido esta creencia, inválida jurídicamente, que Guatemala ya ha sido sancionada internacionalmente 

por violación de derechos humanos de dos personas condenadas con la pena de muerte (Fermín 

Ramírez y Raxcacó Reyes). Una interpretación íntegra y armónica del precepto 18 Constitucional con 

el Derecho Internacional ha revelado todo lo contrario y su sentido válido: se fundamenta en teorías 

abolicionistas, y así también lo ha dicho la Corte de Constitucionalidad. 

Por lo anterior, hoy en día en Guatemala la pena de muerte no es un medio para que exista la justicia, ya 

que dicha sanción se traduce en un concepto de venganza (contra la teoría de la retribución).

4.7.2 Síntesis número 2 respecto de las razones económicas y las 

teorías de la prevención especial y general

Tesis (capítulo 2): 

En la actualidad, ante el incremento de la 

inseguridad ciudadana producida por actos 

criminales violentos que generan más muertes que 

durante el conflicto armado interno, se proclama 

su aplicación, pues en nuestro país se dice que 

un delincuente en prisión, en vez de corregirse 

o resocializarse, constituye una carga económica 

para el país que destina sus recursos económicos 

para alimentarlo y alojarlo (razones económicas), 

mientras este obtiene su «maestría o doctorado» en 

métodos o formas para incurrir en más y graves 

delitos (proceso degenerativo), razón por la cual, 

con la aplicación de la pena capital, se prevendrá 

o evitará que el criminal vuelva a delinquir y afecte 

otro bien jurídico preciado de otro miembro de la 

sociedad (teoría de la prevención especial),  y a su 

vez constituirá un disuasivo para evitar que otros 

ciudadanos incurran en esos delitos graves que los 

conmocionan (teoría de la prevención general). 

Antítesis (capítulo 3):

La comunidad internacional, incluida Guatemala, 

reconocen que la persona ni su vida son 

susceptibles de cuantificarse económicamente, 

razón por la cual no existe fundamento financiero 

o del presupuesto del Estado que justifique la 

pena de muerte (contra las razones económicas). 

Tanto el artículo 4.1. de la CADH como el 6.1. 

del PIDCP, ambos aprobados y ratificados por 

Guatemala, reconocen que toda persona tiene 

derecho a la vida y nadie puede ser privado de la 

misma arbitrariamente. Qué más arbitrario que el 

pensamiento mezquino del costo para rehabilitar 

y resocializar al condenado. Si el sistema penal 

falla en cumplir sus fines, es responsabilidad de 

Estado, y no por ello se justifica que se aplique 

la pena, porque dicha sanción no disuade a 

ciudadano alguno para cometer más crímenes, 

afecta la dignidad del condenado y se aplicaría 

sobre la especulación de que se ejecuta para evitar