internacional, a pesar de los avances que constituyen diferencias
materiales entre unos y otros. A pesar de ello, dicha superioridad no
signifi ca poderío de imposición, sino una obligación de solidaridad
de ayudar a los otros a alcanzar similares niveles de desarrollo en
todos los ámbitos éticos en que se desarrolla el ser humano, sin
requerir sometimiento, en muchas ocasiones, a caprichos denigrantes
e inmorales.
52
En consecuencia, es necesario plantear una propuesta donde se
permita a todos los pueblos llegar a ser por sí mismos artífi ces de su
propio destino, respetando la libre autodeterminación de los pueblos,
la misma libertad, su soberanía y sobre todo la verdad, sin imponer
modelos por parte de las naciones más fuertes o desarrolladas,
imperando el respeto y la colaboración, pidiendo en su caso cuentas
de los Estados agresores haciéndoles responsables de sus acciones,
acometidas en muchos casos contra los más débiles, como parte del
plan de la construcción de un mundo mejor.
53
Finalmente, hay que volver sobre el tema económico. Las
economías se han fusionado, resultando una especie de economía
mundial, por lo que es necesario invertir esfuerzos, trabajo, pero sobre
todo voluntades en procurar la prosperidad de todos los pueblos,
sin aprovecharse de determinadas situaciones que se les presenten
a algunos, por lo que debe existir una autoridad supranacional que
garantice verdaderos planos de igualdad en la negociación y ejecución
de los instrumentos internacionales en materia de comercio.
54
52 Cfr.
Ibid. p. 235.
53 Cfr. Pablo VI. Carta Encíclica Populorum Progressio. Sobre la necesidad de promover el
desarrollo de los pueblos. 11 grandes mensajes. BAC. España, 1993. p. 357.
54
Cfr. Juan XXIII. Op.cit. pp. 233-246.
M.A. PATRICIA JIMÉNEZ CRESPO
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