modos de producción, legislación y comunicaciones, han conectado 
–por decirlo de alguna manera– al hombre con todo el mundo, lo que 
nos lleva de la mano hacia la modernidad actual.

No obstante lo anterior, durante todo este proceso –que se dice 

fácil, pero que ha llevado siglos– en algunos casos se ha perdido de 
vista el elemento humano como principio y fi n de toda actividad 
humana, imperando de acuerdo a la ideología de moda, siguiendo 
modelos y propuestas más o menos incluyentes del ser humano. Como 
consecuencia del crecimiento de capitales en países desarrollados, se 
ha producido una marcada desigualdad económica, empobreciendo 
aún más a los Estados menos favorecidos por este fenómeno mundial.

Todo ello ha generado determinadas formas sociales a nivel 

nacional (formas de gobierno y diseño de políticas económicas 
y sociales), así como el aparecimiento de distintos actores a nivel 
internacional, de acuerdo con determinados momentos históricos. 
Por ejemplo, tras las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, se 
patentiza a nivel internacional la necesidad de contar con un organismo 
internacional de protección ante los crímenes cometidos en contra 
de toda la raza humana. A raíz de ello y para la recuperación de la 
economía devastada por desastres humanos y naturales, se dio origen 
a otros organismos, tales como el Fondo Monetario Internacional 
(FMI), la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Banco 
Mundial (BM), para mencionar solo los más importantes.

En este punto conviene hacer una refl exión, para centrar 

más adelante la atención en el elemento humano y la comunidad 
internacional. El ser humano es un ente real, con una existencia 
perfectamente delimitada en el espacio. Hablando metafísicamente, es 
ser en acto con una existencia singular, real y racional de conformidad 
con la fi losofía de Kierkegaard;

12

 no constituye un producto al azar; 

12 Citado por Burgos, Juan Manuel y coautores. Hacia una Defi nición de la Filosofía 

Personalista. Edit. Promesa. San José, Costa Rica. 2008. pp. 49-51.

M.A. PATRICIA JIMÉNEZ CRESPO

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