primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la 
imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto 
por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme 
a esta altísima dignidad. Nunca podemos olvidar que «el auténtico 
desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la 
persona en todas sus dimensiones»[3], incluida la trascendente, y que 
no se puede sacrifi car a la persona para obtener un bien particular, ya 
sea económico o social, individual o colectivo. 

Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el 

signifi cado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el 
formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o 
el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre 
que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede 
hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del 
propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser 
relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. 
La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él. 

La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender 

y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso 
para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y 
cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como defi nitivo, 
deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo 
la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, 
porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de 
su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista 
no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, 
antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad 
de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez 
de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»[4].

Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el 

horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre 

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ

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