los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no
sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios
y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los
jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y
comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce
mediante la comunicación, que infl uye positiva o negativamente en la
formación de la persona.
También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos
mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde
una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y
conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la
propia educación y formación en la justicia y la paz.
Educar en la verdad y en la libertad
3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima
quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?»[2].
El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución
de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto,
la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la
dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fi n último y al bien
de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad
es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer
su naturaleza. Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista
refl exiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las
estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión
fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre
es un ser que alberga en su corazón una sed de infi nito, una sed de
verdad –no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida– porque
ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con
gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia
dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la
SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
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