1. EL INTERÉS DE LA COMPAÑÍA POR GUATEMALA
No hay evangelización ni educación sin presencia y cercanía,
como no hay salvación sin encarnación. La Compañía amó desde el
principio a Guatemala y destinó a sus hijos a este campo de su misión.
Guatemala, de su parte, apreció el apoyo de la presencia jesuita y
respondió generosamente al proyecto de la Compañía. Entiendo
aquí por “interés” la pasión por conocer, comprender y acercarse a
la realidad de este país, sus hombres y sus gentes, sus problemas y
su futuro. Interés que bota del amor cristiano y de la apuesta por la
persona humana y sus valores profundos.
Repasemos primero la época colonial. La primera presencia
de la Compañía en Guatemala data de 1579, cuando el P. Juan
de la Plaza, nombrado Provincial de México, pasa por la ciudad
proveniente de Perú. El Cabildo de Guatemala solicitó al P. Plaza que
dejara en Guatemala algún compañero y a Roma el envío de jesuitas,
ofreciéndoles casa y hacienda. Un deseo unido a otros previos: en 1577
la 1ª Congregación Provincial de los jesuitas mexicanos había tratado
sobre la petición del Dr. Villalobos de enviar jesuitas a Guatemala y,
en esas mismas fechas, el Obispo de Verapaz, fray Antonio de Hervias,
solicitaba jesuitas para su diócesis.
Al fi n, los Provinciales mexicanos accedieron. Después de tres
expediciones misioneras enviadas desde Oaxaca, los jesuitas se
establecieron en 1609 en Antigua Guatemala en casa ofrecida por el
Chantre de la Catedral, Lucas Hurtado de Mendoza, que desde 1612
cambiarían por la donada por Doña Leonor de Celada. Pronto el Obispo
les pidió que enseñaran Teología Moral en el Palacio episcopal y el P.
Ramírez fue nombrado el primer “examinador sinodal del Obispado”.
Comenzaba así la tradición docente de la Compañía en Guatemala.
Desde entonces, se inicia un largo periplo de la Compañía a
través de la vida guatemalteca. Junto con los del Colegio de Chiapas,
la comunidad de Guatemala constituía el fi nal de la avanzadilla sur de
P. JESÚS MANUEL SARIEGO RODRÍGUEZ, S.J.
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