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Ileana Gómez Galo
Revista Estudios Sociales n.
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83, ISSN 1409-4819, pp. 1-26
La agricultura familiar es un modo de vida en el cual la familia es quien
gestiona los recursos para producir alimentos y generar ingresos. Es decir,
las decisiones son de la familia (en los modos en como esta se caracterice
en diversos contextos), no de otro actor, y es este grupo quien tiene que
mediar con el contexto, las crisis y las oportunidades.
En el ámbito familiar, las estructuras de género, los símbolos y prácticas
culturales inciden en la toma de decisiones para la asignación de los recursos
disponibles (qué cultivar, la cantidad de tierra a utilizar, la preparación
del suelo, la siembra y cosecha, las actividades después de cosechar
como: selección, lavado, empaque, transformación, comercialización del
producto, etc.). Los contextos y procesos de transformación cultural donde
se desarrolla este tipo de agricultura son determinantes en las relaciones de
poder, por lo que influyen en los modos en que se toman las decisiones al
interior de los hogares.
Una de las más importantes decisiones que enfrentan las familias tiene
que ver con las estrategias de vida, que posibilitan la subsistencia y la mejora
de su bienestar. Frente a condiciones adversas para la agricultura familiar,
los miembros acuden a la multiactividad, que frecuentemente incluye
asumir ocupaciones fuera de las parcelas y del grupo. Entre estas opciones
están la migración temporal o permanente, el empleo rural no agrícola, el
empleo temporal agrícola; incluso el trabajo organizativo que, en algunos
casos, puede ser remunerado. También se asumen otras actividades urbanas
puestas en marcha a través de las propias redes que establecen las familias
rurales. Estas también suelen ser receptoras de ingresos complementarios,
como las remesas o el acceso a subvenciones del Estado, por ejemplo, los
programas de transferencias condicionadas.
Los ingresos procedentes de la multiactividad y las remesas inciden en el
acceso a la tierra, ya sea a través de la compra o el arrendamiento, así como en la
adquisición de semillas y otros insumos. La compra de tierras con ingresos de
las remesas constituye una especie de seguro, dado que se adquiere patrimonio
generalmente con alta plusvalía, pero también contribuye a la persistencia de
la agricultura familiar en la medida en que nueva tierra se suma a las actividades
productivas. En muchos casos estos procesos favorecen el acceso a la tierra
a familiares o miembros de la comunidad que no tienen tierra, a través de
figuras como la de ocupante gratuito, donde el sembrador no propietario
paga con una pequeña parte de la producción y por el cuido de la parcela
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Baumeister, «El Salvador», 38.