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Jorge Mario Martínez Piva

Jorge Mario Martínez Piva

Revista Estudios Sociales n.

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 82, ISSN 1409-4819, pp. 1-26

de mercado y fuertes reformas sectoriales en educación, electricidad, 

telecomunicaciones, servicios de agua y transportes, entre otras. Pero estas 

reformas, aunque procuraban la eficiencia económica, en muchos casos no 

se tradujeron en una mayor competencia en los mercados nacionales, sino, 

a menudo, resultaron en prácticas abusivas y en concentración de poder de 

mercado de grandes empresas o grupos empresariales. Los resultados de 

las reformas hicieron evidente que la apertura comercial no era suficiente 

para garantizar la competencia efectiva de los mercados, que condujera a la 

eficiencia productiva. La experiencia demostró que el paso de una economía 

más tutelada por el Estado a una economía regida por el mercado, adoleció 

de una serie de instituciones que requerían de sustanciales asignaciones 

presupuestarias y funcionarios altamente especializados.

Con una mirada retrospectiva crítica se puede decir hoy, que la sola 

privatización de empresas estatales no garantizó la competencia, ya que en 

algunos países implicó el traspaso de monopolios públicos a manos privadas. 

También es importante señalar que las privatizaciones no fueron igual en 

todos los países, ya que en algunos se privatizaron todas las actividades 

productivas estatales y, en otros, el Estado mantuvo bajo su control algunas 

empresas, como los casos del petróleo y energía eléctrica en México, o la 

banca, los seguros y las telecomunicaciones en Costa Rica, entre otros. Se 

pensó que la apertura económica y la consecuente reducción arancelaria 

traerían competencia y eficiencia en todos los sectores. Sin embargo, el 

reducido tamaño de los mercados nacionales en Centroamérica es una 

variable estructural que permite que en algunos sectores, una o pocas 

empresas sean capaces de abastecer y dominar el mercado, lo que aunado a 

prácticas anticompetitivas arraigadas en la región, evitaron que los objetivos 

se lograran.

El nuevo modelo requirió de una arquitectura legal que asegurara 

el funcionamiento del mercado competitivo. Eran necesarias leyes e 

instituciones que velaran por la competencia –además de la creación de 

mecanismos de promoción de la innovación, promoción de las inversiones, 

etc.–; pero en la región centroamericana, solo Costa Rica y Panamá tenían 

ley de competencia desde la década de los 90. Esto facilitó que, a pesar 

de las reformas, los mercados no fueran competitivos y continuó una alta 

concentración de actividades productivas en pocas empresas privadas

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Peor aún, en muchos casos, las privatizaciones se dieron antes de que los 

sectores se abrieran a la libre competencia, trasladando así con el dominio de 

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 Celina Escolán y Claudia Schatan, «Panorama y retos de la Política de Competencia en 

Centroamérica», Serie Estudios y Perspectivas, n.º 169 (2016): 9-11.