Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales

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La experiencia migratoria se vive en diversos ciclos pues la mayoría de las personas ha migrado más de 

una vez y hay quienes han podido solventar los obstáculos y llegar hasta el destino final. 

La mayoría de personas entrevistadas han sido deportadas, encarceladas o detenidas en la frontera 

bajo amenaza de no poder regresar a Estados Unidos. Es evidente la diferenciación entre el migrante 

deportado y el migrante retornado; este último ha podido tomar la decisión de volver, generalmente 

por el arraigo familiar, y por lo tanto tiene un proyecto para el retorno y posibilidades de realizarlo en 

su comunidad de origen. Esta situación es diferente para las personas deportadas, quienes rompen con 

su proyecto de vida aún en desarrollo en Estados Unidos (como es el caso de la mayoría entrevistada). 

Ambos enfrentan dificultades para la inserción definitiva y la realización de una vida digna pues 

encuentran que las condiciones de pobreza y exclusión en sus comunidades de origen, no varían. Son 

pocos pero hay quienes logran establecer un negocio o ejercer un liderazgo social y político, lo que les 

permite olvidar el proyecto de regresar a Estados Unidos.

Los sujetos migrantes se constituyen en un proceso de constante adaptación, readaptación, conformidad 

y construcción de la inconformidad. Y quienes han sido deportados especialmente se forjan en medio 

de la contradicción y la disyuntiva: 

• Identidad local-transnacional.

• Deseos/posibilidad de superación-conformidad con su realidad de pobreza y falta de 

oportunidades.

• Deseos de migrar o tener/querer quedarse.

• Restablecerse, adaptarse aquí o seguir pensando en alcanzar el sueño/pesadilla americana.

En este proceso se realiza la conformación de la subjetividad en confrontación con la identidad. La 

población migrante formula un proceso de subjetivación frente al racismo como continuo y a los 

referentes de su identidad étnica y de territorialidad, pero sin quedarse ahí, sino que va y vuelve, como 

un circuito sin terminación. Esto podría resultar en un sujeto que se desarrolla en la espiral de las 

múltiples experiencias y miradas, que está aquí y está allá; en identidades que se abren en el proceso 

migratorio pero que se cierran ante las agresiones de las fronteras físicas, la hostilidad de los Estados-

nación y los proyectos extractivos en sus comunidades de origen.

La experiencia de las mujeres es todavía más compleja, ya que tienen que enfrentarse no solo a nuevas 

realidades del contexto allá, cuando ellas también migran, sino de sus familias trasnacionales (sobre 

todo si ellas son deportadas y dejan hijos en Estados Unidos o tienen que separarse definitivamente 

de sus parejas). Cuando están acá, aun en la distancia y el tiempo, sus cuerpos y vidas no dejan de ser 

controladas y pese a que ellas están al frente de los hogares, no siempre tienen el control de los recursos 

a su cargo. Dado que también surgieron testimonios de hombres que cuestionan la administración de 

sus esposas sobre los recursos que envían, sin duda debiera realizarse un diálogo aún más profundo 

acerca de estas experiencias migratorias y las nuevas realidades que enfrentan las familias migrantes y 

sus comunidades, experiencias según las generaciones, abuelas versus esposas y según los que están aquí 

y están allá.

La población migrante, a través de sus experiencias, intenta cambiar su realidad más próxima, todos 

sueñan y procuran realizar acciones para mejorar las condiciones de vida de sus familias. Su aporte a la 

transformación social puede darse desde la confrontación con su subjetividad y procesos de subjetivación,