Estar aquí y estar allá

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V. REFLEXIONES FINALES Y PROPUESTAS PARA FUTURAS 

INVESTIGACIONES

“…Por otro lado, el acto mismo de migrar representa un signo vivo de resistencia y de combate 

a la miseria y al hambre. La huida se vuelve búsqueda de nuevos caminos y de horizontes más 

anchos”.

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Se ha cumplido con los objetivos del estudio al establecer, de forma exploratoria en un territorio concreto 

(el norte de Huehuetenango), quiénes son, dónde están, cómo se están constituyendo, cuáles son sus 

prácticas y qué vincula a los sujetos migrantes deportados, retornados y sus familiares, así como qué 

actores y en qué espacios se están dando respuestas sociales a la realidad migratoria que afecta a este 

departamento. 

Cabe mencionar que aquí se pretende dejar ventanas abiertas para nuevas y más profundas indagaciones. 

Una primera es que la realidad que atraviesa la población migrante que se dirige hacia Estados Unidos, 

desde que toma la decisión de migrar pasando por el tránsito, destino y el retorno, es soportada casi 

en absoluto a través de sus redes familiares. Como ya se explicitó en este estudio, esta realidad es 

invisibilizada e incluso es una identidad poco reconocida por la propia población migrante, ahora 

retornada, y sus familias. En consecuencia, los poderes públicos nacionales y locales no la priorizan y 

existe una distancia entre las acciones políticas, a nivel nacional e internacional, y lo que acontece en los 

municipios, departamentos, núcleos familiares y comunitarios. 

El tránsito es un proceso más complejo en el que las familias muchas veces pierden contacto con los 

migrantes y está fuera de su control lo que sucede en las diferentes rutas. Aquí son las redes de apoyo y 

algunos organismos de derechos humanos los que cobran fuerza para salvaguardar, con cierto límite, 

la vida de estas personas. En el retorno y deportación, que es lo que ocupa al presente estudio, son las 

familias quienes soportan las diferentes vicisitudes que atraviesa esta población en su inserción social. 

En el caso de Guatemala, la Iglesia católica a través de la Pastoral de Movilidad Humana juega un rol 

fundamental en el trayecto de tránsito de las personas con la ubicación de la Casa del Migrante en 

puntos clave de rutas migratorias, lo que genera algún nivel de vinculación con nuevas comunidades. En 

el proceso de retorno genera posibilidades de articulación social a través de sus diferentes comisiones 

parroquiales y dentro de la Pastoral Social, teniendo presencia en las celebraciones del Día del Migrante 

y aportando en la construcción de algunos templos. De igual manera tiene un papel fundamental en la 

acción política centrada en la incidencia a nivel nacional e internacional. A las iglesias evangélicas se les 

reconoce como un ente de apoyo en los procesos de destino, especialmente cuando los pastores se hacen 

cargo de los niños y de las niñas que quedan en Estados Unidos al ser sus padres deportados.

La espiritualidad maya y sus autoridades ancestrales, según quienes se ubican desde este punto, cumplen 

un rol en la subjetividad de la población migrante y sus familiares, cuyos testimonios tienen implicaciones 

prácticas, como cuando hablan de que han logrado pasar los riesgos del tránsito hasta su destino final. 

Esto lo interpretan como “abrir caminos para la migración”. Al mismo tiempo hacen una resignificación 

de la migración al concluir que sus pueblos han sido migrantes, que para ellos no existen fronteras y que 

por lo tanto los migrantes están aquí pero están allá, haciéndolos trascender en el tiempo, el espacio y 

el territorio.

111 Gonçalves, Las migraciones y la crisis, 6-9.