Estar aquí y estar allá

27

2. Experiencia migratoria de mujeres en una comunidad de retornados

Una experiencia que seguro ha cambiado es la condición de subordinación de las mujeres ya que cuando 

el hombre y la mujer han migrado, ellas adquieren cierta autonomía frente al hombre después de haber 

demostrado su audacia frente al viaje, ganar su propio dinero y mantener opiniones sobre su presente y 

futuro. Las relaciones de poder no desaparecen con el ejercicio de ese nivel de autonomía, pero es una 

nueva experiencia que viven las y los migrantes deportados y/o retornados.

Esta investigación exploratoria permite conocer otras experiencias, específicamente con integrantes 

de la Organización de Mujeres Mamá Maquín, cuya historia de vida se marca porque fueron parte de 

grupos de guatemaltecos que se refugiaron en México en tiempos de la guerra interna. Ellas, en su 

mayoría, son originarias de Huehuetenango, indígenas mames y qˈanjobalˈes, pero también las hay de 

Ixcán, Quiché. Las mujeres entrevistadas viven actualmente en la comunidad La Esperanza, Chaculá, 

del municipio de Nentón —a 20 kilómetros de la frontera Gracias a Dios— que se fundó en 1994 con 

150 familias y ahora son alrededor de 300. Es una comunidad agrícola y forestal.

Aquí se ha construido una memoria colectiva sobre la migración forzada, ya que han vivido tres ciclos. 

El primero fue el de los padres buscando el refugio y viviendo en los campamentos que se establecieron 

en México. El segundo inició en 1996, muchos de los esposos de las mujeres entrevistadas viven 

actualmente en Estados Unidos, pero también algunos de sus hijos. Esta migración se facilitó porque 

con sus papeles mexicanos podían llegar hasta la frontera de México con Estados Unidos. Por eso 

aquí se habla de que el “coyote” les cuesta 8 mil quetzales (cantidad menor en comparación con la que 

cobran a quienes no los tienen). El tercero es el actual, mujeres van a trabajar en servicios domésticos a 

ciudades vecinas en Chiapas y jóvenes a Playa del Carmen y Cancún, Quintana Roo. Sin embargo, esta 

memoria colectiva no ha sido suficientemente reflexionada y apropiada para lograr mejores condiciones 

organizativas comunitarias, la experiencia de la guerra les hizo construir en su retorno una cooperativa 

pero las condiciones de sobrevivencia en el nuevo contexto —sin mayor apoyo del Estado— les hizo 

volver a migrar, ahora a Estados Unidos, muchas veces sin retorno.

Hay mujeres cuyos esposos se han quedado en Estados Unidos, tienen entre 8 y 15 años de estar allá, 

algunos fueron y regresaron varias veces. Ellas se sienten y se saben abandonadas, otras, muy pocas, 

todavía creen que pueden regresar sus compañeros de vida. Con dificultades atienden trabajos agrícolas 

en la tierra que les asignaron como familias retornadas; además, se dedican al trabajo doméstico en sus 

casas o en México, donde, según testimonios, pueden ganar hasta 600 pesos (40 dólares) a la quincena, 

muy por debajo del salario mínimo en Guatemala (123.36 dólares el mismo período), pero que para esta 

zona que carece de fuentes de empleo resulta una opción, a pesar de que muchas veces son víctimas de 

maltrato y discriminación.

81

A pesar de todas estas dificultades, ellas asumen su realidad de madres al frente de sus hogares, por 

ello buscan organizarse a través de Mamá Maquín, que es una forma de querer restituir algunos de sus 

derechos como mujeres. Su mayor expectativa es que sus hijos salgan adelante y ponen su empeño en 

apoyarles en los estudios. Algunas tienen hijos, quienes en el mismo lapso que sus esposos se han ido 

y vuelto de Estados Unidos, y de vez en cuando pueden ayudarlas con el envío de dinero. Algunas de 

estas mujeres tienen nietos también a su cargo.

81 Entrevista colectiva en la comunicad La Esperanza, Chaculá, 6 mayo, 2014.