Estar aquí y estar allá
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III. SUJETOS/ACTORES MIGRANTES Y SUS FAMILIARES, SUS
PRÁCTICAS Y DISCURSOS
“…Sus vuelos, ¿representan una mala o una buena noticia? ¿Son aves agoreras que apuntan
el otoño y el invierno de una sociedad podrida o son aves que indican la aurora de una nueva
primavera? Quizás más bien las dos cosas a la vez. De hecho una sociedad que niega el suelo
patrio a millones y millones de personas —refugiados, prófugos, inmigrantes, desplazados—
tiene algo de podrido…”
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Desde esta conceptualización, todavía de forma exploratoria, este estudio identifica mediante entrevistas
individuales y colectivas la experiencia-práctica de personas migrantes y sus familias, así como su
discurso, imaginarios, vínculos y lo que les mueve. De ahí la importancia de profundizar sobre la
construcción de su subjetividad, asumiendo el concepto que aporta Zemelman, mencionado en el
capítulo anterior. Esta dinámica se produce y a la vez es producida por el tiempo y el espacio, se hace
y deshace, es transitoria y puede permanecer en el tiempo así como ser trascendida, como lo plantea el
pensamiento chuj aquí confrontado.
1. Experiencia migratoria y formación de la subjetividad
Con esta argumentación, lo primero a señalar son algunas de las experiencias que están marcando esta
subjetividad. Tal como lo afirma Ricardo Falla, existe una diferenciación evidente entre los migrantes
retornados y los migrantes deportados.
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Los primeros regresan a su comunidad de origen de forma
voluntaria, muchas veces atraídos —como ya se mencionó— por el arraigo familiar. Aunque afrontan
problemas de adaptación, y por eso muchos realizan más de un viaje a Estados Unidos, retornan
definitivamente si logran edificar su casa, invertir en compra de terrenos o en algún negocio. Mientras
que los migrantes deportados —como también se explicó— enfrentan problemas psicosociales por el
fracaso. La mayoría de ellos regresa con deudas, se refugia en el alcoholismo o se queda atrapado en la
disyuntiva de regresar o no a Estados Unidos.
La experiencia migratoria a Estados Unidos se ha desarrollado en diversos ciclos: El primero se da
posterior al conflicto armado interno entre 1985 y 1988, el segundo entre 1990 y 1997 y el último de
1998 a la fecha. A decir de los entrevistados, las mayores deportaciones se dieron a partir del 2000,
lo que coincide con el endurecimiento de las medidas migratorias de Estados Unidos y los hechos
ocurridos el 11 de septiembre de 2001, y consecuentemente con un mayor control migratorio en México
así como con la crisis económica estadounidense que hizo disminuir la demanda de fuerza de trabajo,
abriendo y cerrando su compuerta a trabajadores indocumentados, según las necesidades del capital.
Estos diferentes ciclos migratorios impactan en el proceso de maduración de la experiencia. La mayoría
habla de un primer “fracaso”, ya que muchas veces no tienen un plan establecido de lo que harán en
Estados Unidos. Es lógico suponer que la incertidumbre frente a lo desconocido marca muchas de
71 Gonçalves,
Las migraciones y la crisis, 6-9.
72 Falla,
El sueño, 1-148.