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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales (IDGT)

Como mi papá estaba allí, ya sabía cómo. Como el segundo día ya fui a trabajar. Donde había 
luego trabajo era en el campo, la pisca de tomate y chile, al segundo día me fui y trabajé así en el 
campo. Ya después me salió otro en la limpieza, allí en Virgina las empresas más grandes son las 
polleras, trabajé en dos de esas polleras. En esas polleras hay contratistas, ellos agarran a la gente 
sin papeles. Hay mexicanos, guatemaltecos y de otros países, de Venezuela, puertorriqueños, 
varios. Ya con ellos entraba uno y trabajábamos en la noche, en la limpieza. Ya salía el turno de 
ellos y empezábamos a limpiar las máquinas, toda la grasa de pollos que queda en las máquinas. 
Porque todo es máquinas (…) lavábamos las máquinas con agua caliente, calientísimo y ácido, 
para tirar toda la grasa. Allí estuve un tiempo.

Mi papá me compró papeles, entonces ya pasé a ser, por decir así, ciudadano. Entonces allí me 
fui en la misma pollera, pero ya directamente en la pollera. Ya apliqué allí, me salió mi trabajo, 
saqué mi licencia. Allí me quedé un buen rato. Ya mi papá como vio que me quedé bien me dijo, 
ya te quedas ahora ya me voy. Se regreso él, ya me quedé solo yo allá.

Sin embargo, Rafael reconoce que migró muy joven y cayó en los vicios fácilmente. Esta 
situación lo hizo fracasar en su propósito de ahorrar dinero durante su estadía en los  
EE. UU. y finalmente optó por retornar de forma voluntaria a Guatemala:

Esos cuatro años no hice nada, nomás que vino mi papá, encontré amigos así que ya llevan 
tiempo y que decían «vamos a tomar». Allá solo se trabaja de lunes a viernes, pues ya el viernes 
a las 3 nos daban el cheque, «yo sé dónde cambiar, vamos». Compraban ellos la cerveza y me 
daban a mí. Ya cuando ya estaba bolo me gastaba me dinero. Entonces allí ya no pude hacer más 
(…) Yo ya no logré nada, desperdicié el tiempo en estar fregando, en ese tiempo no hice nada, 
entonces yo mismo dije que en balde estaba allá. Decidí venirme para acá, me vine. Y no tenía 
ni DPI, ni cédula, entonces fui a sacar en Washington unos como pasaporte, una hoja solo para 
poder abordar el avión y de allí me vine.

Rafael expresa que el principal motivo para retornar fue el darse cuenta de que no estaba 
logrando nada. Al regresar a Quetzaltenango, Rafael decidió casarse, este compromiso 
le hizo pensar nuevamente en migrar: «Estuve un tiempo, después me casé, ya casado 
vi que hay necesidad de tener un hogar, donde vivir. Entonces dije, aquí no se puede 
(…) decidí ir otra vez». La segunda migración la realizó en 2005, esta migración decidió 
hacerla sin ayuda de un coyote, solo con el apoyo de algunos amigos mexicanos. Optó 
por irse nuevamente al estado de Virgina porque «allí se gana bonito, pagan bien, pero 
uno es el que no aprovecha esas oportunidades». Rafael retornó a trabajar a la pollera y 
ahora sí llevaba una meta en mente: