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«Otra vez a lo mismo»: Migración de retorno y procesos de reintegración en el altiplano occidental de Guatemala
Su último trabajo en los EE. UU. lo realizó en una granja de crianza de cerdos en la cual
trabajó por 13 años. Actualmente está buscando si hay posibilidad en Guatemala de
continuar dedicándose a ese oficio, ya que tiene una amplia experiencia laboral: «Aquí no
sé si hay granjas, por ahora no tengo idea, no he hablado con alguien y todavía no me he
colocado bien». En los EE. UU. había logrado ascender hasta ser supervisor, ganaba 18
dólares la hora y trabaja ocho horas al día, esta situación le permitía vivir bien, no sabe
si logrará tener ese mismo nivel de vida en Guatemala. Javier recuerda que era bastante
querido y apreciado en los EE. UU. incluso su patrono y el párroco de la Iglesia católica
a la que asistía abogaron para que no se diera el proceso de deportación, sin embargo,
no lograron frenar este proceso.
Los planes de Javier son buscar alternativas de trabajo en Guatemala y cuando logre
establecerse bien en el país, mandar a traer a su familia. De momento, prefiere que
sus hijas y su esposa sigan en los EE. UU. donde tienen oportunidades de trabajo y de
estudio. Javier habla diariamente con sus hijos:
Hablo con ellos. Están tristes, pero no hay otra alternativa. El ser inmigrante allá te enferma
psicológicamente, pero de igual manera aquí, yo vine sin familia y sin trabajo. Yo creo que es
una parte de la vida lo más difícil, son decisiones muy difíciles de tomar, pero tienes que buscar
una solución.
La separación familiar es lo que más le ha costado a Javier desde que retornó a Guatemala:
«Está difícil, es triste porque la separación de la familia yo creo que es uno de los más
tristes. Uno siempre quiere ver a sus hijos, educarlos, ayudarlos. Comes con tu familia,
estás con tu esposa y con tus hijos». Por otro lado, también le preocupa que su familia
retorne a Guatemala, ya que sus hijos ya tuvieron la oportunidad de conocer Guatemala
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y no les gustó, ya se han acostumbrado a la vida en los EE. UU. Javier reconoce que la
separación familiar ha sido una constante en su vida, primero tuvo que migrar y dejar
a sus padres en Guatemala; ahora él es padre de familia y tuvo que dejar a su familia en
los EE. UU. Javier expresa con dolor: «Lo que más me duele es que yo me separé de mis
padres a los 16 años y ahora me separo de mi familia después de 24 años». Al preguntarle
si desea retornar algún día a los EE. UU., Javier responde:
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Los hijos de Javier formaron parte de un programa llamado «Abuelos y nietos juntos» que permitió
que hijos de migrantes guatemaltecos nacidos en EE. UU. pudieran viajar a Guatemala para conocer a
sus abuelos. Sobre esta experiencia puede verse el documental de Luis Argueta llamado Abrazos (2014).