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Los caminos de la creación artística, procesos de vida

Es necesario que el relato sea escuchado por alguien. Esto contribuye a una formación 
de identidad. Pero la identidad que se muestra (la pública) es aquella que el entorno 
recibe y que coexiste con una identidad privada, secreta, quizá oscura que no se muestra 
públicamente. El compartir el relato cumple una función de cohesión. Por una parte, se 
establece una relación de empatía y aceptación cuando vemos que el otro está dispuesto 
a escuchar nuestro relato. Aun cuando no ha compartido los mismos acontecimientos, 
se establece un lazo de confianza y con  ello se crea una historia común.

Al relatar los hechos, se reviven de una nueva forma; se vuelven a experimentar 
emociones, pero con una intensidad distinta a cuando los mismos se vivieron. Es una 
evocación que se dirige a alguien, para compartirse. El relato es un punto de alianza entre 
el «yo», «nosotros» y el arte, una vía que propicia el acercamiento, sacar a luz temas que 
a partir de otras vías, la sociedad no podría soportar ni recibir. 

El vivir en una cultura que niega, juzga y no mira a las víctimas, hace que se conviertan 
en víctimas por segunda vez. Son personas rechazadas por una cultura que les impide 
superar el trauma, luego de haberlas salvado.

Toda cultura se ve tentada a negar la historia. Según Cyrulnik: «Cuando la realidad 
es incómoda, contribuimos a la denegación social. (…) al revés de una denegación 
emocional, el dominio de la memoria es un signo totalitario (…) para que la teoría sea 
coherente hay que amordazar las informaciones que obligan a cambiar la teoría. El orden 
reina en la representación. Lo real está en otra parte».

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Esta podría ser una explicación del intento de negación existente en la sociedad 
guatemalteca ante lo ocurrido en su historia reciente. A pesar de que por ejemplo, en los 
Acuerdos de Paz quedó asentado el compromiso de que el sistema educativo abordaría 
los hechos de los treinta y seis años de guerra interna, esto ha sido olvidado. Pareciera 
existir ese mecanismo de defensa de negar la historia porque aún no se ha sanado y el 
sistema cultural no es capaz de encarar lo acaecido, comprenderlo y sanarlo desde sus 
causas fundamentales. 

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Ibid., 132.