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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales (IDGT)
los que le dan coherencia al encadenamiento de imágenes interiores. (…) Las imágenes
no tienen sentido cuando uno no puede situarlas y hacer con ellas un relato».
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A partir de la construcción del relato, la persona que ha sufrido el trauma construye una
identidad narrativa, un espacio en el que puede controlar la narración de la desgracia
sufrida. El reto es transformar la memoria de lo vivido en «una obra de arte aceptable».
El teatro, el relato, la reflexión, son procesos para retrabajar las emociones. Son también
una posibilidad para crear mundos imaginados y situaciones ideales. Dirigir el montaje:
quién ríe o llora, cómo hubiera deseado que se desarrollaran las cosas. La presencia de un
espectador también brinda posibilidades de sanar. Los hechos adquieren sentido a partir
de que podemos volverlos un relato: «El medio más eficaz y finalmente bastante rápido
de resocializarlos es la metamorfosis del traumatismo. Desde el instante en que se puede
hablar del traumatismo, dibujarlo, ponerlo en escena, pensarlo, se domina la emoción que
en el momento del impacto se desbordaba en nosotros o que nos dejaba helados. Es en la
representación de la tragedia que se reorganiza el sentimiento provocado por el estrépito».
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El arte permite de alguna manera sublimar la tragedia, una sublimación que es más
fácilmente recibida por la sociedad. El humor también es una forma valiosa de defensa
y la representación de lo acontecido a partir de un profundo dolor, permite tomar
distancia, situarse desde la postura de un observador de la propia vida. De cierta forma,
poder moldear la realidad y comprenderla desde diversas perspectivas.
Según Cyrulnik, «todas las penas son soportables si las convertimos en un relato (…)
contar el propio desastre es hacerlo existir en la mente de otro y darse así la ilusión de
ser comprendido, aceptado a pesar de la herida. Es también convertir la pena en una
confidencia que adquiere valor de relación. (…) Hay así una transformación emocional
de la pena que hace que al compartirla, cambie inmediatamente de forma».
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El relato da vida a una identidad autobiográfica, desde la cual se construye un sentimiento
de coherencia y de aceptación. Una reflexión sobre el pasado, iluminada desde el presente.
29
Ibid., 29.
30
Ibid., 67.
31
Ibid., 109-110.