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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales (IDGT)

generalmente quienes se dedican a esta labor enfrentan una situación económica altamente 
vulnerable. Otras causas de choque son la defensa de opciones de vida que entran en pugna 
con la heteronormatividad, diversidad sexual, las imposiciones religiosas y el cuestionamiento 
a un sistema educativo rígido que no da cauce a las habilidades creativas y artísticas. 

Ante todo ello, estas personas encuentran en los colectivos artísticos un espacio muy 
fuerte de pertenencia que muchas veces se convierte en una familia elegida, en un 
«sustituto afectivo» como lo llama Boris Cyrulnik, donde se fortalecen a nivel individual 
y colectivo, encuentran pares con un sentir y pensamiento similares y se desarrollan 
lazos de confianza y cohesión. Esto ha contribuido a nivel individual a fortalecer la 
autoaceptación y generar una identidad colectiva con fuertes sentimientos de lealtad.

Aspectos como el tiempo de conocerse, la generación de espacios seguros para dejar fluir 
la vulnerabilidad emocional y trabajar con ella, la discusión de ideas y la particular relación 
entre las corporeidades a partir del trabajo artístico, son elementos que cohesionan a 
los colectivos. La fisura de los espacios vitales, muchas veces su total rompimiento al 
trabajar con el cuerpo del otro, manejar conjuntamente los pesos, los esfuerzos, los 
fluidos incluso, generan un tipo particular de interrelación y de conocimiento mutuo, 
otra forma de percibirse y tener consciencia de quien comparte el espacio.

El entrenamiento artístico permitió explorar a profundidad diversas formas de escucha, 
que trascienden el sentido auditivo para abarcar la totalidad de la persona, incluyendo el 
percibirse en el espacio a través de la piel, el entrenamiento para conectarse con el otro 
a partir de anticipar sus acciones, el dialogar a partir de las emocionalidades. Todo ello 
desarrolla importantes habilidades tanto para entender holísticamente al otro y también 
para crear formas de interrelación que no se dan en otro tipo de colectivos sociales. 

Dentro de los grupos hubo una constante insistencia tanto en el autocuidado como en 
cuidarse mutuamente entre sí. Se notó siempre una preocupación por el estado de las y 
los miembros del colectivo y también constantes manifestaciones de afecto: abrazos y 
caricias. Por otra parte, hubo ejercicios a nivel técnico para fortalecer la confianza, tales 
como tener consciencia del otro cuando están en escena, confiar el propio peso corporal 
en las y los compañeros sin oponer resistencia, teniendo la certeza de que no iban a 
permitir que se golpeara o cayera al piso. En cuanto a las emociones, sobre todo en el 
grupo de teatro, se hacía siempre le recomendación de resguardarlas, de no abandonarse 
en el espacio del escenario.