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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales (IDGT)

En el colectivo teatral, los espacios escénicos se definieron como territorios marcados por 
las emocionalidades, fueron espacios con fronteras claras. Por ejemplo, había un área que 
definía el mundo de los muertos y otra, el de los vivos: un espacio donde se ubicaba la vida 
y otro, la muerte. El camino entre ambos era un tránsito de decisiones para los personajes, 
si optaban, por ejemplo, por salvarse a sí mismos o salvarle la vida a otra persona cuando 
enfrentaban un desastre que los ponía en esa disyuntiva. Había territorios marcados para el 
miedo, la incertidumbre y confusión, así también para la esperanza.

Estos territorios contenían una forma de simbolizar relaciones de poder, pugnas y 
luchas entre los personajes, sus objetivos y sus intenciones, que fueron reflejados en 
los parlamentos pero también en el manejo energético, el pulso de fuerzas corporales, 
en dónde se situaban las y los actores para la interacción entre sí. Recursos como la 
mirada lejana y el tono alto de la voz eran símbolos de un espacio metafóricamente 
amplio, aun cuando el lugar concreto del escenario fuera más pequeño. Asimismo, 
el cambio de corporeidades y timbres vocales era señal de cambio de territorio, de 
un tránsito entre el mundo de los vivos y los muertos, donde se pasaba una frontera 
permeable, no rígida. Para este trabajo de territorialización teatral, se hizo un mapeo 
gráfico de los espacios para planificar el diseño del espacio y para definir recorridos 
físicos, imaginarios y juegos espaciales. 

En el caso del grupo de danza, hubo una definición de territorios para las frases 
coreográficas y para lo que denominan «pozos de movimiento», que consisten en 
momentos en los que hay un énfasis en cierto tipo y calidad de movimiento que se 
mantiene en un espacio determinado. También definieron una especie de fronteras 
marcadas por la forma de los dobleces que se quedan grabados en el papel cuando 
se dobla y se convierte en un barco. Con estas divisiones, definieron emocionalidades, 
tránsitos, intenciones y recorridos de movimiento.

En ambos casos fue importante mantener siempre una consciencia del otro, que 
comparte el espacio y también del propio cuerpo en su desplazamiento. 

En el caso de las y los artistas visuales, trabajaron en una casa donde se les dio a 
elegir a cada quien el espacio donde querían trabajar. Fue evidente la apropiación del 
espacio que cada artista desarrolló a medida que avanzaba su proceso. El espacio de 
trabajo se convirtió en un territorio personal de experimentación donde se notaban 
los rasgos de personalidad, identidad y búsquedas artísticas individuales. Incluso, en