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Los caminos de la creación artística, procesos de vida
fueran resueltos a medida que el trabajo se desarrollaba y que no se acrecentaran. Por otra
parte, canalizar emociones como el enojo y la frustración (con otros o consigo mismos)
en movimiento, intención de los personajes, en expresión. Esto fue una insistencia de
las directoras de teatro y danza, sobre todo cuando la frustración crecía porque no se
lograba el resultado esperado y el cansancio ya pesaba en los intensos ensayos.
También se encontraron estrategias para manejar lo que las y los artistas denominan
«el ego». Una práctica que contribuyó a trascender la necesidad de protagonismo en el
grupo teatral fue la creación de la dramaturgia colectiva. Cada miembro contribuyó a la
escritura de la obra y en ello se reconocía una autoría conjunta, lo cual consideran fue un
buen ejercicio para ir más allá de la necesidad del reconocimiento individual, ya que las
ideas se fundieron para dar vida al producto final de la obra.
En tal sentido, también los conflictos se superaron en los colectivos observados porque
consideraban más importante el objetivo común que perseguían: la cristalización de
la obra y poderla compartir con el público. Tal objetivo está íntimamente ligado a su
vocación, su camino de vida y su necesidad profunda de expresión. Es así que cuando
había problemas de convivencia o divergencias de opinión, recordaban cuál era el objetivo
por el cual estaban trabajando, y al poder solventar cada problemática, se fortalecieron
los lazos que cohesionaban al grupo, lo cual aumentó la capacidad de escucha y diálogo.
Parte importante del proceso creativo es que se crea un espacio donde las y los artistas
dejan las defensas para exponer su vulnerabilidad ante situaciones o emocionalidades
determinadas. Esto en parte podría desencadenar conflictos porque se dejan fluir en
ese espacio incluso aspectos muy privados de la vida de quienes lo comparten. Así, se
hace necesario que las y los miembros del colectivo tengan la madurez y manejo de
confidencialidad para que exista un ambiente de confianza y respeto. Si esto se rompe,
sería algo muy grave para el desarrollo del trabajo, las interrelaciones y la convivencia.
En este aspecto es vital el rol que asume la dirección de la obra, ya que asume un papel
de observador que permite gestionar las emocionalidades, que llegan a ser muy intensas.
En esos momentos, quien tiene la responsabilidad de la dirección toma decisiones de
«cortar la escena» y manejar esa transición al equilibrio. Asimismo, interviene sobre los
elementos que quedan dentro o fuera de la obra, así como la marca de reflexión entre las
y los miembros del colectivo.