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Los caminos de la creación artística, procesos de vida

5.2 El juego

El elemento del juego ofrece un espacio para transgredir los límites de la censura, sobre 
todo de la autocensura. El situarse en los territorios del juego y de lo lúdico permite 
liberarse de la intención de hacer todo «correcto» o «bien hecho». Se da lugar a la 
experimentación y al error como oportunidad para la creación.

Sabrina Castillo lo describe así: «Los artistas dentro del espacio del juego, crean mundos, 
claro, con ciertas normas, entre ellas la más importante es estar en el presente, situarse 
en el presente. De esta forma se ponen lentes de aumento ante las cosas que suceden y 
que comúnmente no se les pone atención. Entonces desocultamos la belleza cotidiana, 
se construyen relaciones nuevas que generalmente no se ven».

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Un elemento importante de este «juego serio», como el colectivo le llama, es este ejercicio de 
concentrarse completamente y con todos los sentidos en situarse en el presente, observando 
todos los detalles de ese momento, escuchando con todo el cuerpo, dejando que la mente 
absorba ese instante como si lo viviera por primera vez, aun cuando se hayan repetido las 
escenas durante varios ensayos. Este ejercicio permite agudizar mucho más la capacidad de 
observación y develar aspectos de la cotidianeidad que ya no se miran por la inercia del día a 
día. Esto es un aspecto transformador, tanto en adquirir capacidades de entender la realidad 
de múltiples formas, así como de proponer soluciones a problemáticas de maneras creativas 
e innovadoras. Esta habilidad puede llevarse a otros ámbitos de relación social.

Este juego busca también provocar sensaciones en el público que presencia la danza de 
una forma activa, no pasiva. Sabrina Castillo explica que «cuando alguien observa una 
danza, se despierta su bailarín interno», es decir, que provoca un movimiento interior que 
lleva a la persona que asiste a la función a observar algo que quizá no se ha percatado; se 
mueven emociones internas, se provoca una danza dentro del espectador. El público, al 
ser testigo, participa en el diálogo de los símbolos y las metáforas. 

Castillo también comenta que el mantener el gozo en el proceso, la diversión, es un 
aspecto sanador que puede llevarse a otros ámbitos de la vida. Sostiene que el disfrute 
de cada momento del proceso y no solo de la presentación de la obra terminada, es algo 
que provoca un estado de salud interior en quienes participan del mismo. También el 

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Ibid.