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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales

la cooperación bilateral con los países centroamericanos, las condiciones en la región 
podrían agravarse y, por consiguiente, tornarse más expulsoras. En definitiva, Trump 
está conduciendo los flujos migratorios hacia una situación que está en las antípodas de 
sus propuestas de campaña: un decremento de la migración legal y una escalada de la 
migración no autorizada.

El impacto de estas medidas sobre las percepciones de los indocumentados 
centroamericanos es desigual. Ese fue el objeto de estudio de la segunda parte de este 
texto. El principal hallazgo es que los indocumentados perciben y enfrentan las políticas 
migratorias en condiciones que son fuertemente moldeadas por el entorno. Cuando 
viven en contextos donde la población latina y centroamericana tiene mayor peso, 
logran llevar una vida más semejante a la de la población nativa en algunos aspectos: 
se desplazan con mayor libertad, tienen mejores salarios e incluso se mezclan con la 
población nativa y con otros inmigrantes en espacios muy variados. Cuando viven en 
contextos «muy blancos» (según una expresión muy recurrida en los Estados Unidos) 
los miedos son mayores y tienden a tener una vida en guetos: espacios separados para 
los servicios religiosos, la diversión, incluso las escuelas y su acceso a muchos beneficios 
públicos es más limitada. En esas circunstancias el teatro de las políticas de Trump tiene 
mayor impacto. Si las localidades en que viven son pequeñas, el teatro de la persecución 
tiene amplio impacto, la captura de un solo indocumentado puede ser percibida como 
una persecución desbocada.

No obstante, ambos grupos coinciden en la aplicación de algunas estrategias de 
resistencia que han conseguido funcionar, aunque las formas y alcances de su éxito 
difieran: la capacitación «de migrante a migrante»; los servicios religiosos como espacios 
de socialización y reconocimiento de su ciudadanía universal; el apoyo en las redes 
de familiares, amigos y paisanos; entre muchas. Otras estrategias solo son accesibles 
a los migrantes que viven en entornos donde los indocumentados son mayoría: el 
reconocimiento como sujetos activos en las iglesias; su reconocimiento en los mercados 
de la vivienda, de bienes alimenticios y culturales y; entre otras más, la legalización de 
empresas que les permiten disfrutar de una especie de estatus intermedio (empresas 
leales que son propiedad de indocumentados). No está claro si estas estrategias les 
servirían para enfrentar eventuales medidas drásticas anti-inmigrantes (por ejemplo, 
redadas multitudinarias), pero sí lo está el hecho de que hasta ahora funcionan como una 
especie de plebiscito donde los sectores religiosos y las industrias económicas les dan su 
apoyo –interesado– en el día a día.