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Políticas migratorias estadounidenses y resistencias de los centroamericanos indocumentados en la era de Trump

Además de involucrarse en actos de desobediencia civil para presionar en favor de 
una reforma legislativa y protestar contra la detención de compañeros dreamers, los 
activistas también han subrayado la tragedia de la separación familiar y el impacto 
devastador de la deportación de comunidades enteras»

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Los dreamers tomaron ventaja del hecho de que el apoyo a un segmento de los 
indocumentados estuviera en vías de ingresar al área de lo políticamente correcto. 
Esa fue la señal que envió la revista Time con su portada, su campaña y su video. 
Los dreamers fueron una avanzadilla del gran no-movimiento de los indocumentados. 
No permitieron ser desgajados del grupo porque se negaron a que se moralizara 
el derecho a la inclusión. Como si hubieran tomado nota de que ese es el talón de 
Aquiles de los veteranos deportados, no han aceptado la dicotomía con que políticos, 
analistas, académicos y periodistas estaban construyendo una distinción con tintes 
morales para bifurcar los destinos legales de dos fracciones del no-movimiento de los 
indocumentados. Pero sí usaron su etiqueta y la libertad de expresión adquiridas como 
movimiento para hablar por todo el conjunto. En definitiva, ocurrió que un segmento 
logró incrementar la aceptación social en un sector de los medios y en un grupo de 
congresistas, se constituyó en movimiento y usó ese poder en beneficio de todo el  
no-movimiento al que siguen perteneciendo.

El paso de no-movimiento a movimiento implicó un salto de la desobediencia civil 
espontánea (un mero desacato a lo que está prohibido: el ingreso y la permanencia no 
autorizados) a una desobediencia civil que se presenta explícitamente como tal. En la 
University of San Francisco hay un grupo de dreamers que ahí estudian, se reúnen con 
regularidad y han llegado a formar un grupo, el San Francisco Working Project. A ese 
grupo pertenece Gabriela García, de 23 años, estudiante de relaciones internacionales 
en dicha universidad, beneficiaria de DACA. Como parte de su militancia como dreamer
Gabriela ha practicado la desobediencia civil para presionar al Gobierno a que detenga 
las deportaciones y expanda la cobertura de DACA. El 11 de abril de 2014, se plantó en 
un cruce de las principales avenidas de San Francisco, temblando de miedo, pero segura 
de estar cumpliendo con su deber. En realidad, su primer acto de desobediencia fue 
a los tres años, cuando cruzó la frontera por decisión familiar, con sus desobedientes 
padres, como implícitamente reconoció a la periodista que cubrió su desacato y asistió al 
entrenamiento en desobediencia civil de Gabriela junto a otros veinte dreamers: «Porque 
García no le está dando a conocer a su madre sobre la desobediencia civil, ella dice 

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  Gleeson, «Activism and Advocacy…», 218-219.