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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales

para descalificar al aplicante. Los veteranos expulsados –originalmente en una mejor 
posición que los dreamers– son 3 000 residentes legales que terminaron siendo tratados 
como los más indeseables de los ilegales. Fueron afectados por el excesivo traslape entre 
legislación penal y legislación migratoria: una vez que un residente nacido en el exterior 
comete un delito, la corte revisa sus antecedentes migratorios, el hecho de haber nacido 
en otro país anula su derecho a residir en los Estados Unidos y desestima los servicios 
que prestaron en Vietnam, Panamá, Kosovo, la Guerra del Golfo, Iraq y Afganistán. Son 
otro segmento de la generación 1.5. Algunos llegaron siendo niños de pecho y tenían 
30 o 40 años de vivir en Estados Unidos. Algunos tuvieron que aprender o reaprender 
el español. No han obtenido libertad de expresión: la etiqueta «veterano» no ha sido 
lo suficientemente poderosa para que obtengan la audiencia en la Casa Blanca y sus 
apariciones en los medios casi están reducidas a una anual en periódicos locales.

Los dreamers y la desobediencia civil en un nivel explícito

Tan pronto como los dreamers se diferenciaron de la multitud de indocumentados, 
cuando formaron un subgrupo dentro de ese gigantesco no-movimiento, pudieron 
constituirse en movimiento. Entonces empezaron a hacer uso de la liberta de 
expresión adquirida con la etiqueta y su diseminación en los medios. Los dreamers 
usaron la etiqueta y su expediente limpio para luchar por los indocumentados en 
general. Shannon Gleeson

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 sostiene que: «Una de las cuestiones centrales que suscita 

este movimiento de los estudiantes indocumentados ha sido la pregunta de si los 
individuos que fueron traídos a los Estados Unidos cuando eran niños deben ser 
castigados por los pecados que cometieron sus padres». Esto podría haber conducido 
a una peligrosa dicotomía: padres culpables e hijos forzados a migrar, padres que no 
hablan inglés e hijos que lo hablan como cualquier nativo, padres sin educación e hijos 
con perspectivas de ser universitarios. Se estaba dibujando una peligrosa línea divisoria 
en el no-movimiento de los indocumentados, una que separaría a legalizables de los no 
legalizables, una línea –afirma Walter J. Nicholls– «entre inmigrantes que merecen ser 
legalizados y aquellos que merecen la deportación»

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. Pero de inmediato se emprendió 

la lucha para incluir a los padres. Por eso Gleeson expresa que: «Muchos dreamers 
han luchado por reenmarcar la típica etiqueta de estudiantes indocumentados inocentes 
versus padres criminales que los trajeron. Recientes movilizaciones han complicado 
la imagen de dreamers con grandes logros que sí merecen ser sujetos de derechos. 

97

  Gleeson, «Activism and Advocacy…», 218.

98

  Nicholls, The DREAMers How…, 57-58.