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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales

autorizados. El mundo del trabajo de los inmigrantes está permeado por la carencia o 
tenencia de papeles. No son imprescindibles: los indocumentados pueden: registrar una 
empresa, obtener crédito y mucho más. Un hermano de Lito vio claramente que ser 
documentado no es la cúspide: «Eso de conseguir la residencia debe ser como graduarse: 
uno piensa que ahí van a estar los trabajos esperándote y no es así». Recuerdo que Kelvin 
Ordóñez, migrante indocumentado hondureño, me decía hace tres años: «Al que es 
dejado de nada le sirve tener papeles».

Pero su carencia es una amenaza y un límite que flota en el ambiente. Los empleados 
de Lito están continuamente haciendo bromas sobre los papeles. Cuando hablan de la 
mujer ideal: «Tiene todo: es joven, guapa y con papeles». –Cuando animan a un colega– 
«Este Guillén debería aprovechar su éxito con las mujeres para conseguirse una gringa 
y sacar sus papeles». Por eso es tan importante la práctica de lo que el sociólogo iraní 
Asef Bayat llama «el arte de la presencia». En la calle y en los barrios se hacen visibles, 
su trabajo expone lo que quieren hacer en los Estados Unidos.

Sin embargo, la presencia no es garantía de visibilidad. Recuerdo que hace años, cuando 
visité a una gran ONG que trabaja con migrantes en Washington, D.C., una de las personas 
que me atendió me dijo: «No podemos ponerte en contacto con los indocumentados: 
están ocultos, tienen miedo, no tenemos relación con ellos». –Y era cierto–. La ONG 
era una «grasstops organization», un término que recién habían acuñado –creo que en 
el mismo Washington– para diferenciar a las organizaciones que trabajan con la base 
(grassroots organizations) de las que trabajan con los diseñadores de política y se dedican 
al cabildeo en Capitol Hill y ambientes similares. Ese comentario puede ser una señal 
del límite que tiene el «arte de la presencia»: los indocumentados pueden arreglar sus 
jardines y permanecerán tan invisibles como su genotipo legal. El arte de presencia es 
condición necesaria pero no suficiente de la visibilidad y legitimidad.

Paradójicamente la mayor visibilidad y los pasos sobre la senda de la legitimidad se obtienen 
en el ámbito del cuentapropismo, que un análisis marxista elemental caracterizaría como 
una concesión neta al capitalismo que se nutre el outsourcing. Desde una perspectiva 
más apegada a la situación que Marx y sus contemporáneos trataban de desentrañar, 
el sector informal autogestionado combate una de las formas de sometimiento que el 
capitalismo entraña. Esto es lo que Proudhon vio y denunció: «¿De qué se trata, por 
ejemplo, en nuestras grandes asociaciones de capitalistas, organizados según el espíritu 
del feudalismo mercantil o industrial? De monopolizar la fabricación, los cambios y los 
beneficios; de agrupar al efecto, bajo una misma dirección, las más diversas capacidades;