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Políticas migratorias estadounidenses y resistencias de los centroamericanos indocumentados en la era de Trump

Semanas después, arreglando patios con Reynaldo, me di cuenta de sus simpatías por 
Trump y de sus esperanzas que decrete una amnistía. Tales expectativas no carecen de 
fundamento, la última amnistía migratoria tuvo lugar durante el gobierno de Ronald 
Reagan, un líder conservador y nada amigo de los migrantes latinos. Pero con el pasar de 
los días y los patios, entre conversaciones junto a las herramientas y cenas en su casa, me 
di cuenta que Reynaldo compartía puntos clave de la ideología de Trump en el terreno 
religioso (aversión a los musulmanes) y político-religioso (repudio de los homosexuales). 
Muchos latinos pueden aproximarse a los sectores más conservadores y alejarse de la 
«izquierda cultural» que encarnan Clinton y otros demócratas, dependiendo del paquete 
ideológico que absorban de líderes que pueden ser nada más que indiferentes a su 
indocumentación. En el teatro de la iglesia se representan varias obras al mismo tiempo, 
hay que estar atento a todas.

Mundo del trabajo, oficina sobre ruedas

En el mundo laboral también hay reacciones de los inmigrantes a las políticas del 
miedo. Habitualmente se destilan solo los aspectos más mensurables y por eso mismo 
más planos del mundo del trabajo: salarios, estabilidad laboral, tasas de desempleo, 
informalidad y cuentapropismo, entre otras mínimas escotillas hacia un universo 
basto y apreciable desde infinidad de ángulos. El trabajo es un escenario de realización 
personal porque implica exteriorización del propio ser, espacio de proyección de planes 
y de reconocimiento social. En un contexto donde está en juego la integración a una 
sociedad, el reconocimiento social es vital. El estatus migratorio legal es su formalización 
oficial, pero esa integración encuentra espacios informales, no oficiales, de realización.  
El mundo laboral es un gran escenario en el teatro de la integración.

«El que se compra una van, ya va pa’lante», –me dijo en febrero de 2017 Kelvin Orellana, 
hondureño de Danlí–. Ese tipo de camioneta con escalera arriba y un inmenso depósito 
cerrado tras los asientos delanteros, siempre de color blanco, es el vehículo más usado por 
los migrantes que trabajan a domicilio. Fontaneros, pintores, techadores y muchos más 
las tienen, en ellas cargan sus herramientas, los materiales de reparación y mantenimiento.

La van es una oficina ambulante. En su metálico refugio Lito lleva herramientas junto a 
folders con proformas. El archivador está en su cabeza, con todos los contratos bullendo 
en su cabeza como moléculas que chocan entre sí buscando un orden que nunca 
llega porque cada nuevos contrato y nuevo empleado multiplica el caos. Su quehacer 
burocrático lo desempeña al volante, mientras maneja sin pestañear por autopistas