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Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales
únicamente aquellos que se entregaron o fueron capturados por el ICE.
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Elsi está por
terminar la secundaria y planea estudiar enfermería. Su estatus de solicitante de asilo le
permite ingresar a la universidad, pero sus padres son indocumentados. Su papá trabaja
en un restaurante de comida coreana y japonesa. Su mamá cuida del bebé y se ocupa
de los quehaceres de la casa. Esta combinación significa ingresos muy limitados y alta
inseguridad. Mínima libertad, dirían Manuel y Ledis.
El estatus de Miriam y Elsi pende de un hilo que podría suspender una corte migratoria
que siga al pie de la letra las nuevas y muy estrictas directrices de Trump para conceder el
asilo. Por eso, como en el de Susi, en su apartamento no hay televisor, no hay «grandes»
inversiones. Apenas Nomás compran los bienes imprescindibles. También como el de
Susi, su apartamento luce un tanto desangelado, como el campamento provisional que
es y no dejará de ser hasta que estabilicen su situación. O hasta que pase el virtual
toque de queda que Trump ha proclamado. La provisionalidad lo invade todo. En Knox,
a dos horas de ahí en carro, los equipos de fútbol ni siquiera tienen nombre, quizás como
consecuencia de su carácter efímero.
Ni la ciudadanía de Ismael, ni el TPS de Ledis y Manuel ni el estatus de aplicantes al asilo
de Miriam y Elsi las libran del miedo. Son tan poco libres –o tan mucho cautivas– como
Susi, recién llegada y sin más credenciales que su monumental ánimo y ganas de trabajar.
Manassas y sus alrededores: Reynaldo Campos
En otro escenario del miedo y la resistencia, en Manassas, Virginia, me vuelvo a encontrar
con viejos conocidos. Lito Melgar, de quien escribí en el Envío de noviembre de 2014,
salvadoreño a quien conocí cuando él tenía tres años y vivía en una comunidad de
desplazados de guerra. Así como con Reynaldo Campos, hondureño a quien conocí en
febrero de 2014, cuando fue mi anfitrión por varias semanas en una casa donde él vivía
con un migrante guatemalteco. En los tres años que tenemos de no vernos sus vidas
han experimentado cambios significativos. Ambos eran indocumentados y pertenecían
a un grupo de jóvenes que promovían los retiros en silencio patrocinados por una
congregación religiosa católica. Ya tenían más de 10 años de residir en los Estados
Unidos, pero su inglés era casi nulo y su clientela un tanto inestable. Reynaldo trabajaba
en el landscaping –de gramero, en español– y Lito pintaba tinas de baño.
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U.S. Customs and Border Protection, «CBP Border Security Report, Fiscal Year 2014», Washington
2014, http://www.cbp.gov/sites/default/files/documents/FINAL%20Draft%20CBP%20FY14%20
Report_20141218.pdf [Consultado el 2 de octubre de 2017]