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Políticas migratorias estadounidenses y resistencias de los centroamericanos indocumentados en la era de Trump

Sacaron esa conclusión cuando, después de ocho años en Estados Unidos, en 2004 
viajaron a su pueblo natal en La Unión, en un viaje que planificaron como regreso 
definitivo. Con sus ahorros, Manuel compró un microbús y se convirtió en un próspero 
transportista. El sabor del terruño los embriagaba, todos los fines de semana iban a 
chotear (pasear), visitaban familiares y probablemente celebraban los cumpleaños con 
una nutrida concurrencia. Tenían libertad. Pero no tardaron las extorsiones en drenar sus 
ingresos. Regresaron con un coyote que los puso en manos de un agente del ICE que les 
cobró 1 600 dólares, 800 por cabeza, por llevarlos desde la frontera a Harlingen, situada a 
10 millas de Los Indios, 23.5 millas de Brownsville y 33 de McAllen, que son las ciudades 
cercanas a su probable punto de ingreso. El del ICE es el más caro de los coyotes cobra 
entre 24 y 80 dólares por milla. Con su documento del TPS –que no les permitían esa 
escapadita a su país–, una vez en territorio gringo eran documentados y con autorización 
para trabajar. En el Valley International Airport tomaron un avión hacia New York, 
volvieron a la tranquilidad, pero perdieron la libertad.

También en Estados Unidos perciben la misma relación de suma cero entre libertad 
y tranquilidad. Al comparar las ciudades donde han vivido, concluyen que Los 
Ángeles –reputada como capital del Tercer Mundo–

 

fue la ciudad con más libertad y 

Portland la ciudad con más tranquilidad. En contrapartida, ya que estamos ante bienes 
que se distribuyen en proporciones inversas, Los Ángeles es la ciudad más insegura 
y Portland la que más constriñe sus movimientos y reduce su expansión social a  
casa-trabajo-misa. Otros TPS-habientes están en peor situación que ellos, lo obtuvieron 
hace cinco o más años, pero nunca lo renovaron. Ahora se enfrentan a requisitos que no 
pueden satisfacer. Como personas precavidas, Ledis y Manuel están haciendo planes en 
caso de una suspensión del TPS: qué ahorros llevar y qué hacer con el hijo universitario que,  
por su estatus legal podría quedarse, pero no por su dependencia económica.

Dos «Unaccompanied alien children»

Miriam y Elsi vinieron a los Estados Unidos desde Chalatenango hace tres años, cuando 
tenían ocho y quince años. Viajaron de mano en mano en una cadena de relevo de 
coyotes que las pusieron en la frontera a disposición del ICE. Ingresaron en 2014, año 
pico de la llamada crisis humanitaria que solo en ese año trajo a los Estados Unidos 
a 16,404 menores salvadoreños y 51,705 menores centroamericanos, considerando