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sino político.  Muller (1996) refiriéndose a la ausencia  de claridad acerca de lo que tiene que 
ser sostenido, indica que esta definición carece de significancia operativa. 
 
Por su parte Leff (1998) indica que el “discurso” de la sustentabilidad propugna por un 
crecimiento sostenido, sin una justificación rigurosa sobre la capacidad del sistema 
económico para internalizar  las condiciones ecológicas y sociales (de equidad, justicia y 
democracia) de este proceso.  Este autor ofrece algunos elementos aclaratorios útiles para 
el propósito que nos ocupa.  Indica que “sustentabilidad” se refiere a la internalización de 
las condiciones ecológicas de soporte del proceso económico y la “sostenibilidad” se refiere 
a la perdurabilidad del proceso económico mismo.  
 
Utilizando estas ideas, es posible referirse al desarrollo sostenible como el proceso que, 
junto a las variables económicas y sociales, ha internalizado las condiciones ecológicas 
(variable ambiental) de manera equitativa y efectiva asegurando la perdurabilidad de tal 
proceso.  Esta definición es similar a la definición técnica de desarrollo sostenible ofrecida 
por la UICN (1990) que indica que el desarrollo sostenible se refiere a la “satisfacción de las 
necesidades actuales y futuras con la condición de no rebasar la capacidad de carga de los 
ecosistemas”.  La capacidad de carga es definida como el “máximo impacto que un ecosistema 
puede soportar sin afectar su viabilidad” (determinada por su composición, estructura y 
función).  En todo caso, en cualesquiera de las definiciones de desarrollo sostenible parece 
existir un consenso acerca de su connotación. Este es, la consideración equitativa de las 
dimensiones ecológica, económica y social, cuya definición es ofrecida por Muller (1996) de la 
siguiente forma:  i) sostenibilidad ecológica:  el proceso asegura que el ecosistema mantiene 
sus principales características que son fundamentales para su viabilidad a largo plazo,         
ii) sostenibilidad económica:  el proceso produce una rentabilidad que hace atractiva su 
continuación, iii) sostenibilidad social:  los beneficios y costos del proceso se distribuyen 
equitativamente entre los diferentes grupos y generaciones y se obtiene un grado de 
satisfacción de las necesidades que hace su continuación posible. 
 
Imbach (2000) ofrece dos consideraciones adicionales de relevancia para interpretar 
correctamente la sustentabilidad e ir tras ella. La primera es que debe reconocerse la 
actividad humana (económica y social) como causa principal de los problemas ambientales. Si 
bien es cierto que ambas variables (la ambiental y la humana) son de igual importancia en el 
contexto del desarrollo sostenible, existe una relación de causa-efecto que va de lo humano 
a lo ambiental, con las pertinentes retroalimentaciones. De igual manera, los humanos son la 
única solución a dichos problemas, lo que genera una dualidad que no debe ser ignorada.   La 
segunda consideración es que no existe un estado de desarrollo sostenible, es decir, no 
existe ni existirá un estado ideal al que se arriba y en el que se permanece. El desarrollo 
sostenible es un proceso permanente, es una búsqueda perpetua de balance entre las 
demandas generadas para satisfacer las necesidades humanas y la capacidad de la naturaleza 
para cubrir dicha demanda sin degradarse irreversiblemente. Dado que las demandas 
humanas son cambiantes a lo largo del tiempo, dicho balance no es estático, sino que se 
redefine continuamente, lo que obliga a mantener la búsqueda constante del equilibrio. Mas 
aun, las situaciones políticas, económicas, sociales y culturales son muy dinámicas lo que 
influye continuamente en el balance mencionado y hace difícil concebir que pueda llegarse a 
un estado donde todo sea estable y sostenible, o sea una especie de “fin de la historia”