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elaborados por la literatura moderna y contemporánea hasta el
momento en que se publicó. Si El Señor Presidente representa una
materialización y destilación de la condición humana percibida
a través del lente distorsionador de una oscura dictadura
centroamericana, Hombres de maíz constituye nada menos que
la historia de la humanidad condensada dentro de la historia
reciente de Guatemala. Sus planos de referencia son los de la magia
primitiva, el psicoanálisis y el materialismo dialéctico; sus modos
narrativos, los de la poesía primitiva, la escritura barroca y picaresca
y la literatura de la primera mitad del siglo veinte; y sus tradiciones,
las de la América prehispánica, la España del Siglo de Oro y el
bohemianismo literario parisino de los años veinte y treinta.
Asturias creó una literatura moderna sobre la llamada cultura
primitiva dentro de una concepción profundamente política de
la escritura, universalizando a la vez las técnicas estrechamente
“vanguardistas”. Comprendió mejor que cualquier otro escritor
latinoamericano las diversas formas y funciones del mito en
sus dimensiones locales y universales, familiarizándose con
la mentalidad primitiva, con la de los mayas antiguos y la de
los campesinos contemporáneos de su país. Y construyó, con
Hombres de maíz, una novela tan densa, tan vasta y tan visionaria,
que solamente en los últimos años del siglo hemos empezado a
vislumbrar, nosotros los críticos, lo que él hizo, enteramente solo,
en la década de los años cuarenta, cuando logró extender los
alcances del género novelístico en América hacia los extremos de
la poesía y de la historia.
¡Interrumpí mi alegato! Llega el año 1991. Cardoza y Aragón, ya
viejo, escribe finalmente sobre el amigo muerto, amigo muerto en
parte por él, omitido por él, suprimido por él. Habla de él como de
un hombre y un escritor irregular pero inequívocamente genial.
Ahora, todo lo que había servido para excluirle a Asturias de la
grandeza ya no sirve. Asturias es un escritor genial, con todo, y a
pesar de todo.