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guerrilleros –tipo Rodrigo Asturias, hijo del mismo Premio Nobel
(nombre de guerra: Gaspar Ilóm)–. Así que la revista cosmopolita
Mundo Nuevo está en contra. La revista comunista cubana Casa de
las Américas está en contra. Nadie está con él.
Viene otra ola crítica en los 70. Viene otro uruguayo. Ángel
Rama decide que Asturias, en Hombres de maíz, lee “muy
superficialmente” a los surrealistas; y toma “toda” su imaginación
simbólica de las lecciones de George Raynaud, su maestro francés.
No fue verdad–fue absurdo–pero Ángel Rama fue un gran crítico y
convenció a muchos a pesar de haber leído muy superficialmente
a Asturias.
En 1976 Rama, hablando de las nuevas novelas de la dictadura
–Yo el Supremo, El otoño del patriarca y El recurso del método– dice
lo siguiente:
En esta línea, como en tantas otras, hay que conceder la
primacía a Miguel Ángel Asturias, no obstante la nutrición que
haya proporcionado el augural Tirano Banderas de Valle Inclán.
Por controvertida que sea ya, para nosotros, su percepción
del dictador centroamericano, es forzoso reconocer que la
publicación de El señor Presidente (1946) es un punto de obligada
mención por lo que implica de intento de abordar la realidad
latinoamericana presente a través de una figura clave que podría
procurarnos la comprensión del conjunto social. ¡Qué manera de
afirmar negando!
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En 1982 Rama publica Transculturación narrativa en América Latina.
Su héroe literario es el peruano indigenista José María Arguedas.
Está muy bien, por qué no. Pero si está Arguedas, si está Rulfo, si está
García Márquez, ¿por qué no está Asturias, siendo, posiblemente,
el primero de todos ellos? ¿Porque es más literario? Sí, en parte.
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Ángel Rama. Los dictadores latinoamericanos. México: Fondo de Cultura Económica,
1976, 6.