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obra importante (nadie explica por qué), pero fue la última. (Es
muy irónica esta percepción por cuanto nadie estudiaba ese libro
y hasta el momento del Premio Nobel se consideraba un libro
imperfecto, malogrado, sin “estructura”). Entonces la época del
desprestigio de Asturias, de su desplazamiento, es la época en
que poco a poco, sigilosamente, Hombres de maíz va llegando a
su sitio.
Llegan los uruguayos (Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama y Jorge
Ruffinelli). Todo comienza con el primero, vocero y propagandista
del “Boom”: “La fama de Miguel Ángel Asturias, desde la publicación
de El señor Presidente en 1946, hasta el Premio Nobel de Literatura
de 1967, ha sufrido curiosas alternativas que convendría examinar”
(Revista Iberoamericana, 1969). Podría haber dicho: “ha sufrido
curiosas alternativas que yo quiero exagerar y profundizar”.
Para Rodríguez Monegal la narrativa de Asturias era una narrativa
caduca (bajo este criterio supongo que Cervantes también es
anacrónico). En las páginas de Mundo Nuevo y en muchos otros
escritos, se encargó de decirlo y repetirlo. Ecléctica como era
aquella época, no había cabida para un Asturias supuestamente
comprometido y realista socialista. Irónicamente, aunque
quizás no nos hemos dado cuenta, el destino político de la
literatura centroamericana sigue siendo el mayor obstáculo a
su reconocimiento latinoamericano. En ese sentido el caso de
Asturias no es atípico.
Después viene el caso Padilla y el caso Arguedas-Cortázar y el
caso Asturias-García Márquez. El “Boom”, antes aglutinador, se
disuelve. Fuentes y Vargas Llosa por un lado, García Márquez y
Cortázar por otro (quién lo hubiera pensado...). ¿Volvería Asturias
entonces, y esta vez no por la política personal sino por la política
de sus textos? No. Hay guerrilla en Centroamérica, su literatura
comprometida no compensa sus supuestas posiciones liberal-
democráticas en la vida. Los jóvenes escritores están con los