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reflexión personal sobre él, sobre su obra y sobre lo que ha pasado,
y está pasando, en la literatura guatemalteca, centroamericana y
latinoamericana en estas últimas décadas.
Porque mi opinión personal es que la articulación e inserción
de las literaturas locales, regionales y nacionales dentro de los
circuitos internacionales –latinoamericanos, occidentales y
mundiales– es un proceso que apenas está comenzando; y que
la amenaza del pensamiento posmodernista, o posmoderno
–¿cuáles, finalmente, la relación entre estos dos términos?– es muy
grave para dichos subsistemas por mucho que se diga que, muy
al contrario, la posmodernidad es amiga de lo pequeño, lo micro,
lo fragmentado, etcétera. ¡Cuán peligrosa es la fragmentación,
pienso yo, si a pesar de todo, en última instancia resultan ser los
débiles, los llamados subalternos –de todo tipo– los que sufren sus
efectos más inmediatos y a la vez más profundos e irremediables!
Mientras iba reflexionando sobre estos temas, volví a leer dos
artículos importantes pero también estimulantes de Arturo
Arias, “Algunos aspectos de ideología y lenguaje en Hombres de
maíz” en la edición crítica de Hombres de maíz publicada por la
Colección Archivos; y “Repensando Hombres de maíz: ¿Génesis
de la narratividad postmoderna?”. No solo son importantes en sí
mismos: también me parecen representativos de una incipiente
reevaluación de lo que fue Asturias y de lo que puede ser todavía
para Guatemala y para Centroamérica.
Porque Asturias es un problema, como siempre lo fue. Todos los
escritores lo son, pero este más que ninguno. (Desde El problema
social del indio al “Problema social [y también ideológico, literario
y cultural] de Miguel Ángel Asturias...”, Gerald Martin dixit). Y sin
embargo, ha resultado imposible ignorarlo, expulsarlo. Vuelve,
volverá siempre. Esto lo digo con la humildad apropiada y debida,
porque Asturias no me pertenece a mí sino a los guatemaltecos y,
más ampliamente, a los centroamericanos y a los latinoamericanos