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escribir “que-es”, en la lengua oral se vuelve, naturalmente, /kés/, 
en todo el ámbito de lengua hispánica. Subrayarlo en el texto 
sirve sólo para indicar la supuesta ignorancia del hablante.

Asimismo, la fusión de “en balde”, con “de balde”. También aquí, la 
indistinción del hablante no es ociosa, pues refleja una ambigüedad 
contenida en la lengua en la época medieval. En efecto, no es lo 
mismo “de balde” (gratis) que “en balde” (vanamente, sin fruto). 
Sin embargo, los hablantes de la lengua encuentran dificultades 
casi siempre en la distinción de la locución

65

. En el caso de Chicho 

Ramos, la cuestión se resuelve en modo casi jocoso pero justo, 
desde el punto de vista lingüístico: esto es, la creación de un 
nuevo vocablo que contenga a los dos: “diembalde”. En todo caso, 
no se trata de características específicas de la lengua hablada en 
Guatemala, sino de rasgos propios del español.

En el texto de Samayoa Chinchilla, las desviaciones a la norma 
estándar del español, fijada por la RAE, son puramente léxicas: 
“Afigúrese”, “dende”, y quizá el uso de “mero” entendido como 
“propio, preciso, cabal”. El verbo reflexivo “figurarse” aparece, 
en su última acepción, como equivalente de “imaginarse”, en el 
Diccionario de la RAE. Lo recoge, desde el siglo XVI, en esa misma 
versión, Sebastián de Covarrubias

66

. En el español de Guatemala, 

podríamos señalar una cierta preferencia a decir: “¡Figúrese!” por 
“¡Imagínese!”, debido probablemente a una fijación del vocablo 
desde el momento en que fue introducido por los colonizadores. 
El prefijo “a” suena como reforzativo, de la misma manera 
que funciona con “acalorarse”, “acercarse”, “apadrinar”, etc. Es 
decir, como una manera natural de la lengua de subrayar una 
determinada acción. Sin embargo, la Academia lo recoge, en su 

65

 Cf. DRAE, Madrid, Real Academia Española, 22.ª ed., 2001. Cf. también Real Academia 

Española, Asociación de Academias de la lengua española, Diccionario panhispánico de 
dudas
, Madrid, Santillana, 2005. 

66

 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, (1611), Madrid, 

México, Ediciones Turner, 1984.