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cual se debe construir el hombre nuevo. El sueño del personaje 
que arriba a “su pueblo,” solo “cre[e] que est[á] llegando” (tanto en 
los borradores como en el texto final). En el pueblo no hay nada, 
“tal vez una abuela, tal vez una novia.”

Vous étes maya

Es ampliamente conocida la anécdota en la que Asturias cuenta su 
primer encuentro con el profesor Georges Raynaud en la escuela de 
estudios superiores de París, a cuya clase sobre mitos y religiones 
mesoamericanos el Nobel asistió en 1925. Habiendo entrado en 
clase, relata Asturias: “El profesor me miraba y me miraba. Nada 
más terminar la clase, se levantó y se vino hacia mí y me dijo: “vous 
étes maya”, y al confirmarle que venía de Guatemala el hombre se 
puso entusiasmadísimo. El académico llevó a Asturias a su casa y 
se lo presentó a su esposa, diciéndole: ‘He aquí un maya. Y tú que 
dices que los mayas no existen.’”

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Por la anécdota asistimos a la revelación identitaria de Asturias: 
como hemos visto a lo largo de este artículo, las frases del Nobel 
merecen suprema atención. El encuentro se nos presenta, de 
nuevo, con un doble sentido; “el profesor me miraba y me miraba” 
no significa solamente que Asturias era objeto de la mirada 
insistente del académico; también nos habla de una acción 
reflexiva (el profesor me miraba, y yo me miraba). El francés no 
solo lo inquiere sobre su identidad, también, en una especie de 
acto de magia lingüística, lo define (usted es maya) y confirma su 
existencia llevándolo a su casa y presentándolo a la esposa: (esto 
es un maya). Como la pipa de Magritte, el arte nos permite explorar 
el mundo real y crear formas de entender y considerar el mundo de 
maneras que van más allá de nuestra experiencia directa. 

Como muchos intelectuales latinoamericanos en París, Asturias 
experimenta en la capital gala un sentimiento de “doble conciencia”, 

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 López, Conversaciones con Miguel Ángel Asturias, 75.