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Antonio; mi casa y las casas; la plaza y la Iglesia; el puente; los
ranchos escondidos en las encrucijadas de las calles arenosas; las
calles enredadas entre los cercos de hierbamala y chichicaste; los
sietecamisas; las flores de hizote. –¡Mi pueblo! –¡Mi pueblo!...
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Vemos que en esta versión, similar a la que apuntamos antes,
en la que el viajero llegaba para no saber qué hacer, el uso de
la primera persona le da al encuentro un tono más dinámico; la
confusión refleja un delirio de los sentidos resultado del contacto
con la naturaleza, una actitud que indica ya una inquietud y una
transformación.
¿Dónde estaba el volcán?
La “Leyenda del volcán” va acompañada del epígrafe: “Hubo un
siglo un día que duró muchos siglos”. En los borradores que nos
ocupan, esta frase acompaña a cinco textos en los que se narra
una aventura iniciática: Bienvenido, el héroe, tal vez el mismo que
regresa al pueblo en las versiones de “Ahora que me acuerdo”,
sufre un desmayo y despierta en medio de la selva. Desorientado,
camina al amanecer en dirección a un volcán y atraviesa diversos
espacios naturales en un estado de éxtasis o sueño. Cuando
alcanza el volcán, este entra en erupción destruyendo todo a su
alrededor y creando tres seres que se acercan al agua. La narración
podría estar inspirada en el Popol Vuh, pero la imaginería, como
veremos, tiene ecos de la narrativa vanguardista americana. Una
de las claves de estos borradores está en la repetición de lo que
sería el epígrafe, pero asociado con el término “Símbolo”… “dice el
Símbolo: Hubo en un siglo un día que duró muchos siglos.”
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En otra de las páginas de estos borradores se repite también
la frase: “Era, sí, era un Volcan, sí, era un Volcan, un Volcan….
¿Pero dónde estaba?.... Era sí.”
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DSC03069.
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Carpeta 3C2C, varios.