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La novela y la novena, son hermanas de leche; juntas mamaron en
los pellejos campaneantes de las letanías. Al finar de las novenas,
las viejas en rueda contaban las novelas: “No ve la… fulana”
“No ve la… sutana” “No ve la… mengana” Como el tema obligado
era el de mujeres, las novelas principiaban siempre: No ve la…
No ve la… Y de aquí el nombre con que después se conoció en
los Alcaravanes un relato de cosas ciertas (murmuraciones) o de
cosas inventadas (calumnias). Queda explicado el título. Datos
para una novela…
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La crueldad a la que aludía Martin en su introducción es clara en
algunas de las descripciones de ese espacio criollo, especialmente
en las que se apunta a los diversos estamentos de la burguesía,
concretamente el tono irónico con el que se describen a sus
miembros más prominentes: “El silencio que se guardaba en su
presencia significaba más el respeto que se merecían por muertos,
por antepasados. La estampa de cada uno resume en sí todos los
portes dela familia. Cachetones de grandes bigotes, calvos de
cierta rancidez”. (…) “En las casas principales los retratos eran el
mas alto decir de la familia, orgullo, haber y gloria”. “Los retratos
precedían las fiestas del hogar y cuando había muerto se tapaban
con un lienzo piadoso y blanco, para ponerlos mutis.” El pasaje
rebosa ironía, especialmente al contrastarlo con la edad mítica
que en el “Ahora que me acuerdo” de las Leyendas tienen Cuero de
Oro y los güegüechos, y su papel simbólico resulta superficial en
contraste con la conformada por la historia que hila el Cuco de los
Sueños. El final de ese mismo texto anticipa el final de “Guatemala”,
de forma casi exacta:
La carreta iba bajando, bajando, en tanto yó me repetía, para
creerlo, –¡Mi pueblo! –¡Mi pueblo! Su llanura feroz, la cabellera
espesa de sus selvas; sus montañas inacabables; la boca y la
espalda de su Volcán, enormes, el arroyo cristalino; su Dios San
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