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que, como asevera Morales, es donde los personajes “articulan sus 
identidades a partir de la tradición oral.”

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Uno de los documentos más fidedignos a la versión final de las 
Leyendas es el DSC03049, encabezado con el numeral romano 
I y el título “AHORA QUE ME ACUERDO”. Las primeras frases son 
casi idénticas a las del texto final de “Guatemala”, con ligeras 
variaciones: 

La carreta baja por los recuencos. En el Apeadero del “A g u a c a t a l” 
donde se encuentran la calle y el camino, está la primera tienda. 
Sus dueños son gueguechos, han visto espantos, andarines y 
aparecidos, cuentan milagros y cierran la puerta cuando pasan 
los húngaros: esos que roban niños, comen caballo, hablan con el 
diablo y huyen de Dios.

El borrador continúa con la introducción: “Pasa por el P u e n t e- 
d e-A g o n í a s llorando la Llorona, el Sombreron se pierde en  
“C a s a-M a t a” y asoma por las vegas el Cadejo que roba mozas de 
trenzas largas y hace ñudos en las crines de los caballos.”

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Una vez más, elemento ausente de este borrador es el arqueológico, 
el que en la versión final inicia: “Como se cuenta en las historias que 
ahora nadie cree –ni la abuela ni los niños– es que esta ciudad fue 
construida sobre ciudades enterradas en el centro de América.”

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El elemento de la oralidad además no está remitido solo a la 
tradición popular ni a la precolombina, como se ha insistido 
a menudo en los estudios de las Leyendas, sino que se asocia 
también a lo criollo. El texto sobre los Alcaravanes incluye un 
pasaje en el que se asocia el origen de lo literario a la oralidad, 
siempre atado a un espacio criollo en el que no aparece mención 
de lo interétnico:

45

 Cuentos y leyendas, n.o 2, 119.

46

 DSC03050. 

47

 Cuentos y leyendas, 9.