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partir de elementos puramente descriptivos como del rápido
ritmo del discurso en donde cada elemento va reforzando ese
momento de placer sadomasoquista al que se refiere la Mulata,
y en el que cada nuevo personaje, cada nueva situación no hace
más que devolvernos a este espacio; la Nana Hollín de la novela,
que se unta restos de comida sobre el cuerpo para que los perros
luego la laman y la muerdan por las noches, cosa que le causa
placer [120], sería solamente un ejemplo de muchos y cuya
función principal dentro del texto es la de reforzar la idea de lo
excesivo en referencia a la sexualidad.
Llama la atención que en una novela en donde la presencia del
sexo es esencial ningún personaje llegue a tener éxito en sus
relaciones sexuales, ni aun en las puramente sentimentales, pues
aunque al principio de la novela entre Yumí y Catalina Zabala
pareciera haber algún tipo de afecto, a pesar del engaño inicial de
éste, su relación pronto se convierte en algo obsesivo en donde
siempre hay un dominador que posee al otro como un objeto.
Pero más allá de las situaciones de carácter sexual, las alusiones
directas al sexo –particularmente en referencia a la mujer– son
de una frecuencia sorprendente, y hasta se podría afirmar que
éste es el tema central de la novela. Dentro del texto se alude a
él como “el más solitario de los barrancos” [112], “lo más precioso
de la mujer” [137), el “fuego sagrado” [142], “luz” [152], “misterio”
[257], “gracia de mujer… nombre oculto” [251], y se considera
que Giroma es una doble viuda, “sin marido y sin sexo” [155], y la
lista podría continuar. Lograr un encuentro sexual se convierte en
una obsesión para muchos personajes y por momentos el sexo
llega a convertirse en una entidad en sí misma, aún separada
del cuerpo, como observamos en el episodio del contrabando
de agua bendita a Tierrapaulita, que es frustrado por los diablos
cuando Huasanga coloca “sexos femeninos como cabezas de
cebolla” [143] en cada coco, “algo femenino que no podía ver