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Así la clásica relación amor/muerte es tratada en Mulata de tal de
una manera insistente, y la misma relación se podría establecer
a nivel de narratividad: estructura de la novela/fragmentación,
discurso/destrucción del lenguaje, etc.
En contradicción con los rasgos inicialmente asignados a ella,
llega un momento en el que la Mulata siente el deseo imperioso
de tener un hijo con Yumí pero, por supuesto, esto no se cumple.
Catalina Zabala, por otro lado, es una mujer estéril, aunque
paradójicamente llega a tener un hijo, claro que en las condiciones
más inusuales: concibe al hijo de Tazol a través del ombligo y lo da
a luz como si fuera una ventosidad.
La receta para curar las cicatrices del Padre Chimalpín es “trote de
hembra o de mula” [271], por lo que el Sacristán va en busca de
una doncella con salpullido y cuando quiere acostarse con ella se
da cuenta horrorizado de que se ha acostado con un serpiente
[282]. Todo esto se describe casi como una alucinación, con un
lenguaje de ritmos acelerados que refleja los alterados deseos del
sacristán y el desarrollo total de la novela que, a esas alturas, ya va
alcanzando su clímax.
Y a esta lista debería agregársele la importancia que se le da a
otras manifestaciones no tradicionales de la sexualidad, como
sería el sadomasoquismo, especialmente en la primera parte
de la novela, cuando la mulata es presentada como la dueña y
señora de la línea argumental
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, y que luego se repite cuando
ésta “se casa” con Yumí, convertido ahora en puercoespín, y aquí
de nuevo vale la pena copiar un largo fragmento, pues sólo así
podemos observar que la manera en la que se elabora el lenguaje
va dándole al discurso una intensidad acorde con lo narrado:
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De hecho, llama la atención que a lo largo de toda la novela sea la interacción entre los
personajes femeninos lo que va definiendo los cambios en el desarrollo argumental.